DIGNO ES EL CORDERO 

“[El Cordero] se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (Ap 5,7).

Previo a esta escena, el vidente del Apocalipsis había constatado que nadie, ni en el cielo ni en la tierra, era digno de abrir el libro que estaba en la mano derecha del que estaba sentado en el trono, ni de romper sus sellos (v. 3).

Juan lloraba mucho por esto (v. 4).

Pero nuestro Padre Celestial entregó el libro con los siete sellos al único digno de abrirlo, a aquél que con su sangre compró para Dios “hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación” (v. 9).

Nuestro Padre le entregó el juicio sobre todos los hombres a su Hijo (Jn 5,22), que nos trajo la salvación. Nadie podía ser más digno de ello que Aquél que vino al mundo para cumplir perfectamente la voluntad del que lo envió.

Grande es el misterio de amor entre el Padre Celestial y su Hijo Unigénito; misterio en el que también nosotros somos insertados. Él, el mediador entre Dios y los hombres (1Tim 2,5), lo recibe todo del Padre y nos lo da a nosotros, los hombres.

Unidos a Jesús y a su Padre Celestial, podemos aguardar y percibir con vigilancia y confianza los acontecimientos predichos en el Libro del Apocalipsis. Éstos, al igual que todo lo que Dios realiza, procuran nuestra salvación, incluso si se trata de plagas que el Padre permite para que la humanidad experimente las consecuencias de sus aberraciones y se vuelva a Él.

A nuestro Señor Jesucristo le ha sido entregado el libro con los siete sellos. Así, todos los acontecimientos de la historia no son simplemente un transcurso natural y conforme a las leyes, sino que están en manos de la sabiduría del Señor, quien vino a revelarnos el amor de Dios. En sus manos está todo el pasado, el presente y el porvenir. Por ello, podemos atravesar confiada y serenamente estos tiempos apocalípticos, sabiéndonos cobijados por nuestro Padre Celestial.