DAD GRACIAS CON ALEGRÍA

“Dad gracias con alegría al Padre que os hizo dignos de participar en la herencia de los santos en la luz” (Col 1,11c-12).

Cuando contemplamos las obras de la Creación y la obra de la Redención, nuestra mirada se eleva al Padre Celestial y nos vemos impulsados a darle gracias; más aún, a darle gracias con alegría, como nos exhorta San Pablo.

Quizá a veces nos resulta difícil dar gracias, y mucho más hacerlo con alegría. Tal vez pensamos que esto deba ir de la mano con un sentimiento de alegría, que no se puede simplemente generar artificialmente sin que parezca fingido. Sin embargo, también se puede agradecer cuando los sentimientos están turbios, centrando nuestro espíritu y nuestra voluntad en Dios.

El versículo de la meditación de hoy nos exhorta a recordar que fue Dios quien nos dio la gracia de participar de la herencia de los santos en la luz. Esto es un regalo inconmensurable –independientemente de nuestros sentimientos–, por el cual podemos alabar y dar gracias a Dios sin fin. ¡Nuestro espíritu lo sabe! Al cobrar consciencia de esta gracia, la luz se difundirá en el alma y le comunicará al menos una alegría espiritual por tantos beneficios que el Padre nos muestra. Luego puede suceder que esta realidad espiritual toque también nuestros sentimientos y despierte en ellos la gratitud y la alegría.

Si notamos que aún nos falta esta actitud de gratitud y alegría, y que a menudo nos olvidamos de pensar en nuestro Padre, pidámosle al Espíritu Santo que las despierte en nosotros. Él no tardará en acudir en nuestra ayuda, pues es Él quien nos recuerda las obras de Dios y quiere que lo alabemos.

Una gozosa gratitud a Dios hará que nuestra alma se vuelva cada vez más luminosa y también más agradecida con las personas por todo lo que ellas hacen por nosotros.

Como decía San Francisco de Sales: “Un santo triste es un triste santo”. Y en otra ocasión dijo: “La alegría abre el corazón; la tristeza lo cierra.”