CREER PARA ENTENDER

“Me dice alguien: ‘Tengo que entender para creer’. Le respondo: ‘Cree para entender’.” (San Agustín).

En estas palabras de San Agustín encontramos una vez más aquella sencillez que impregna la Sagrada Escritura; una sencillez que nos permite llegar a la meta con seguridad.

Nuestro entendimiento quiere investigarlo todo, para luego edificar su seguridad sobre el conocimiento adquirido. Sin embargo, nuestra razón no puede equipararse a la fe sobrenatural.

El camino de la razón no sólo es muy complicado, sino que además es incierto si nos conducirá a la meta, o si nos desviará o incluso nos hará extraviar en el trayecto.

La fe, en cambio, que es una virtud teologal, es el camino seguro, en el que también el entendimiento podrá ser iluminado para captar las verdades de la fe y penetrar en ellas. Así es como lo dispuso el Padre Celestial en su sabiduría, de manera que, por medio de la fe, todo hombre pueda alcanzar la salvación.

San Agustín lo sabía muy bien. Él, que quería investigarlo todo con su brillante intelecto, describe su búsqueda en estos términos:

“Pregunté al cielo, al sol, a la luna y a las estrellas. ‘Tampoco somos nosotros el Dios que buscas’, me respondieron. Dije entonces a todas las cosas que están fuera de las puertas de mi carne: ‘Decidme algo de mi Dios, ya que vosotras no lo sois; decidme algo de él’. Y exclamaron todas con grande voz: Él nos ha hecho.”

Así es: cuando se nos abren los ojos de la fe, podemos descubrir en todas partes el amor de nuestro Padre Celestial. De esta manera, empezamos a entender de verdad y comprendemos que nuestra vida y toda vida que nos rodea procede de Dios, quien nos ha llamado a la existencia movido por el amor. Una vez que lo hayamos comprendido, se nos abrirán las puertas de la sabiduría y entonces también el entendimiento ocupará el lugar que le corresponde, quedando en paz y sosiego al poder entender de verdad.