Marcados con la cruz de ceniza, avanzamos en este santo itinerario cuaresmal hacia una conversión más profunda. Con el ayuno proveemos buena leña para el fuego del amor y en todo mantenemos la mirada fija en Dios, sin buscar las alabanzas de los hombres.
Como los discípulos, estamos de camino con el Señor, y en esta travesía también puede haber vientos contrarios e incluso tormentas, como nos relata el evangelio de hoy en la Misa Tradicional (Mc 6,47-56). Pero el Señor no nos deja solos y siempre intervendrá en nuestro favor precisamente cuando creamos que la barca se hunde y estemos indefensos ante las tormentas (Mt 8,23-26). En estas condiciones, el Señor exhortó a los discípulos a creer y confiar en Él. Y entonces calmó la tempestad.
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