Los violentos conquistan el Reino de los Cielos

Mt 11,7b.11-15

En aquel tiempo, Jesús se puso a hablar de Juan a la gente: “En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer nadie mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos padece violencia, y los violentos lo conquistan. Porque todos los Profetas y la Ley profetizaron hasta Juan. Y si queréis comprenderlo, él es Elías, el que va a venir. El que tenga oídos, que oiga.”

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Nuestra Señora de Guadalupe

Lc 1,39-48 (Lectura correspondiente a la memoria de Nuestra Señora de Guadalupe)

En aquellos días, se puso en camino María y se dirigió con prontitud a la región montañosa, a una población de Judá. Entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno; Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó a gritos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; ¿cómo así viene a visitarme la madre de mi Señor? Porque apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”

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La vía sacra

Is 35,1-10

Que se alegren desierto y sequedal, que se regocije y florezca la estepa; que estalle en flores y se regocije, que lance gritos de júbilo. Le va a ser dada la gloria del Líbano, el esplendor del Carmelo y del Sarón. Podrá verse la gloria del Señor, el esplendor de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes. Decid a los de corazón inquieto: “¡Sed fuertes, no temáis! Mirad que llega vuestro Dios vengador, Dios que os trae la recompensa; él vendrá y os salvará.

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La paciencia de Dios

2Pe 3,8-14

Hay algo, queridos, que no podéis ignorar: que, para el Señor, un día es como mil años, y mil años, como un día. No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen; lo que ocurre es que tiene paciencia con vosotros, pues no quiere que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión. El Día del Señor llegará como un ladrón. Entonces los cielos se desharán con ruido ensordecedor; los elementos, abrasados, se disolverán; y la tierra y cuanto contiene se consumirá. Puesto que todo esto va a ser consumado así, conviene que, afincados en vuestra santa conducta y en la piedad, esperéis y aceleréis la venida del Día de Dios, el momento en que los cielos se disolverán entre llamas, y los elementos, abrasados, se fundirán.

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Necesitamos buenos pastores y obreros

Mt 9,35–10,1.6-8

En aquel tiempo, Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver tanta gente, sintió compasión de ellos, porque estaban vejados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies.”

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Destinados a la alabanza de Dios

Conforme a su Sabiduría, el Señor sabe integrar en Sus planes incluso nuestros extravíos, cuando nos entregamos a Él. En una meditación que escribí hace un tiempo sobre los dones del Espíritu Santo (Véase: http://es.elijamission.net/el-don-de-ciencia/), había dicho que el plan para nuestra vida sale a relucir cuando el don de ciencia actúa en nosotros, que es el que nos ayuda a reconocer que sólo en Dios y no en lo creado está nuestro hogar, y nos invita, por tanto, a desprendernos de forma adecuada de todo apego desordenado a lo creado. Entonces podremos notar con mayor claridad qué es lo que Dios tiene pensado para nuestra vida, y asumir así más profundamente nuestra vocación.

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Edificar la casa sobre la confianza en Dios

Mt 7,21-29

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’ Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’ Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca.

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El cumplimiento de la promesa

Is 25,6-10a

Sobre este monte, el Señor Todopoderoso preparará para todos los pueblos un banquete de manjares especiales, un banquete de vinos añejos, de manjares especiales y de selectos vinos añejos. Sobre este monte rasgará el velo que cubre a todos los pueblos, el manto que envuelve a todas las naciones. Devorará a la muerte para siempre; el Señor omnipotente enjugará las lágrimas de todo rostro, y quitará de toda la tierra el oprobio de su pueblo. El Señor mismo lo ha dicho. En aquel día se dirá: “¡Sí, este es nuestro Dios; en él confiamos, y él nos salvó! ¡Este es el Señor, en él hemos confiado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación!”  La mano del Señor se posará sobre este monte.

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Los corazones sencillos

Lc 10,21-24

En aquel tiempo, Jesús se llenó de gozo en el Espíritu Santo y dijo: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre, ni quién es el Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo.” Y volviéndose hacia los discípulos les dijo aparte: “Bienaventurados los ojos que ven lo que estáis viendo. Pues os aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que vosotros estáis viendo y no lo vieron; y oír lo que estáis oyendo y no lo oyeron.” leer más

Requisitos para la verdadera paz

Is 2,1-5

Visión que tuvo Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén. Sucederá en días futuros: el monte de la Casa del Señor se afianzará en la cima de los montes, se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, acudirán pueblos numerosos. Dirán: “Venid, subamos al monte del Señor, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos.” Pues de Sión saldrá la Ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará la espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra. Adelante, Casa de Jacob, caminemos a la luz del Señor.

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