Dios ve las entrañas y el corazón

Jer 20,10-13 

Oía los rumores de la gente: “¡Terror por todas partes! ¡Denunciadlo! ¡Sí, lo denunciaremos!” Hasta mis amigos más íntimos acechaban mi caída: “Tal vez se lo pueda seducir; prevaleceremos sobre él y nos tomaremos nuestra venganza”. Pero el Señor está conmigo como un guerrero temible: por eso mis perseguidores tropezarán y no podrán prevalecer; se avergonzarán de su fracaso, será una confusión eterna, inolvidable.
Señor de los ejércitos, que examinas al justo, que ves las entrañas y el corazón, ¡que yo vea tu venganza sobre ellos!, porque a ti he encomendado mi causa. ¡Cantad al Señor, alabad al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores!

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Fidelidad a Dios

NOTA: Debido a la extensión de la lectura de hoy, nos contentaremos aquí con un breve resumen de la misma, y les recomendamos encarecidamente leerla en su totalidad en el capítulo 3 del libro de Daniel (3,14-20.91-92.95).

El rey Nabucodonosor convocó a tres jóvenes judíos y les ordenó adorar una estatua que había erigido. Quien se negase, sería arrojado a un horno de fuego abrasador. Los tres jóvenes dieron un contundente “no”, y pusieron en Dios su confianza. Cuando el rey los hubo mandado arrojar al horno de fuego, de repente vio –en lugar de tres– cuatro hombres que caminaban entre el fuego sin sufrir daño. ¡Dios había mandado un ángel para preservar a sus servidores! Entonces Nabucodonosor los liberó y alabó a su Dios, que había realizado un milagro tan grande.

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En Dios siempre habrá una solución

Num 21,4-9

Los israelitas partieron del monte Hor, camino del mar de Suf, rodeando el territorio de Edom. El pueblo se impacientó por el camino y empezó a protestar contra Dios y contra Moisés: “¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y estamos hastiados de ese manjar miserable.” Envió entonces Yahvé contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían a la gente. Murieron muchos israelitas.

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La historia de Susana

NOTA: Debido a la extensión de la lectura de hoy, escucharemos un resumen de la misma, tomando sólo parcialmente las palabras textuales de la Sagrada Escritura. Sin embargo, les recomendamos vivamente leer, por su propia cuenta, el relato completo en el capítulo 13 del libro de Daniel, que narra la conmovedora historia de Susana.

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Jesús y la mujer adúltera

Jn 8,1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. De madrugada se presentó otra vez en el Templo, y toda la gente acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevaron una mujer sorprendida en adulterio; la pusieron en medio y le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?” (Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle.)

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¿Inocencia o ingenuidad?

Jer 11,18-20

Yahvé me lo hizo saber, y así lo supe. Entonces me descubriste, Yahvé, sus intrigas. ¡Y yo que estaba como cordero manso llevado al matadero, sin saber que intrigaban contra mí! “Destruyamos al árbol en su vigor; borrémoslo de la tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse.” ¡Oh Yahvé Sebaot, juez de lo justo, que escrutas los riñones y el corazón!, vea yo tu venganza contra ellos, porque a ti he manifestado mi causa. leer más

No había llegado su hora

Jn 7,1-2.10.25-30

Jesús recorría la Galilea; no quería transitar por Judea porque los judíos intentaban matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Chozas. Sin embargo, cuando sus hermanos subieron para la fiesta, también él subió, pero en secreto, sin hacerse ver. Algunos de Jerusalén decían: “¿No es éste aquel a quien querían matar? ¡Y mirad cómo habla abiertamente y nadie le dice nada! ¿Habrán reconocido las autoridades que es verdaderamente el Mesías? Pero nosotros sabemos de dónde es éste; en cambio, cuando venga el Mesías, nadie sabrá de dónde es”.

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No nos cansemos de dar testimonio

Jn 5,31-47

Jesús dijo a los judíos: “Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es el que da testimonio de mí, y yo sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros mandasteis enviados a Juan, y él dio testimonio de la verdad. En cuanto a mí, no recibo testimonio de un hombre; pero digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra, y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí.

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El tiempo de gracia

Is 49,8-15

Así dice el Señor: En tiempo de gracia te he respondido, en día propicio te he auxiliado; te he defendido y constituido alianza del pueblo; para restaurar el país, para repartir heredades desoladas, para decir a los cautivos: “Salid”; a los que están en tinieblas: “Venid a la luz”; aun por los caminos pastarán, tendrán praderas en todas las dunas; no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el bochorno ni el sol; porque los conduce el que los compadece y los guía a manantiales de agua.

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El río de vida

Ez 47,1-9.12 

Un ángel me llevó a la entrada del templo, y observé que, por debajo del umbral del templo, salía agua en dirección a oriente, porque la fachada del templo miraba hacia oriente. El agua bajaba por el lado derecho del templo, al sur del altar. Luego me hizo salir por el pórtico septentrional y dar la vuelta por el exterior, hasta el pórtico exterior que miraba hacia oriente, y vi que el agua fluía por el lado derecho.

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