Los santos juzgarán al mundo

1Cor 6,1-11

Hermanos: Cuando alguno de vosotros tiene un pleito con otro, ¿se atreve a llevar la causa ante los injustos, en lugar de someterla al criterio de los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si vosotros vais a juzgar al mundo, ¿no os creéis dignos de juzgar esas naderías? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Pues con mayor motivo las cosas de esta vida! Pero resulta que, cuando tenéis pleitos de este género, ¡tomáis como jueces a los que la iglesia tiene en nada!

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Alegría en el sufrimiento

NOTA: Por un error, hemos tomado hoy la lectura correspondiente al año impar. Sin embargo, ésta nos permite meditar sobre un tema muy importante para la vida cristiana, que ciertamente será provechoso para muchos.

Col 1,24–2,3

Hermanos: ahora me alegro de los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi cuerpo lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia. De ella he sido yo constituido servidor por disposición divina, dada en favor vuestro: para cumplir el encargo de anunciar la palabra de Dios, es decir, el misterio que estuvo escondido durante siglos y generaciones y que ahora ha sido manifestado a sus santos.

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Salvados por la sabiduría

Sab 9,13-18

 ¿Qué hombre conocerá el designio de Dios?, o ¿quién puede considerar lo que el Señor quiere? Los pensamientos de los mortales son frágiles e inseguros nuestros razonamientos,
porque el cuerpo mortal oprime el alma y la tienda terrenal abruma la mente reflexiva.
Si apenas vislumbramos lo que hay sobre la tierra y con fatiga descubrimos lo que está a nuestro alcance, ¿quién rastreará lo que está en el cielo?, ¿quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría y le envías tu santo espíritu desde lo alto?

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Mi Juez es el Señor

1Cor 4,1-5

Que la gente nos tenga por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que se exige de los administradores es que sean fieles. Aunque a mí lo que menos me importa es ser juzgado por vosotros o por un tribunal humano. ¡Ni yo mismo me juzgo! Cierto que mi conciencia nada me reprocha, pero eso no significa que carezca de culpa. Mi juez es el Señor.

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¡Que nadie se engañe!

1Cor 3,18-23

 ¡Que nadie se engañe! Si alguno de vosotros se cree sabio según los criterios de este mundo, mejor es que se vuelva necio, para llegar a ser sabio. Pensad que, para Dios, la sabiduría de este mundo no es más que necedad. En efecto, dice la Escritura: “El que enreda a los sabios en su propia astucia.” Y también: “El Señor conoce cuán vanos son los pensamientos de los sabios”.

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Vencer la actitud terrenal

1Cor 3,1-9

Yo, hermanos, no pude hablaros como a personas espirituales, sino como a carnales, como a niños en la fe de Cristo. Os di a beber leche, y no alimento sólido, pues todavía no lo podíais soportar. Y ni siquiera ahora lo soportáis, pues seguís siendo carnales. Porque, mientras haya entre vosotros envidia y discordia, ¿no creéis que seguís siendo carnales y vivís a lo humano? Cuando dice uno: “Yo soy de Pablo”, y otro: “Yo soy de Apolo”, ¿no estáis procediendo según criterios humanos? ¿Quién es, pues, Apolo? ¿Y quién es Pablo?…

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Resistencia contra el mal

Lc 4,31-37

 En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaún, población de Galilea, y los sábados les enseñaba. La gente quedaba asombrada de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio impuro y se puso a gritar a grandes voces: “¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres: el Santo de Dios.”

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Los respetos humanos

Jer 1,17-19

En aquellos días, recibí esta palabra del Señor: “Cíñete la cintura, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No desmayes ante ellos, y no te haré yo demayar delante de ellos. Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo. Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.” Oráculo del Señor.

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La humildad: madre de las virtudes

Eclo 3,17-18.20.28-29

Hijo, actúa con modestia en todo lo que hagas, y te querrán más que al hombre generoso. Cuanto más grande seas, más debes humillarte, y alcanzarás el favor del Señor. Porque grande es el poder del Señor, pero son los humildes quienes le glorifican. La desgracia del orgulloso no tiene remedio, pues la planta del mal ha echado en él sus raíces. El hombre prudente medita los proverbios, un oído atento es el anhelo del sabio.

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La lucha por la conversión

Lc 7,11-17 (Lectura correspondiente a la memoria de Santa Mónica)

En aquel tiempo, fue Jesús a un pueblo llamado Naím. Lo acompañaban sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a las puertas del pueblo, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de una viuda. La acompañaba mucha gente del pueblo. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo: “No llores.” Luego, acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se pararon.

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