LA NOCHE RESPLANDECE COMO EL DÍA

“De día el Señor me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida”
(Sal 42,9).

Un alma atenta espera siempre al Señor y experimenta su auxilio en pleno día, cuando tiene que realizar todas las tareas que se le encomiendan. Cuando ella acoge la bondad de Dios, que la acompaña siempre como un cálido rayo del “sol que nace de lo alto”, nuesto Padre la hace capaz de todo. De este modo, cada día se convierte en una posibilidad de que Dios derrame su bondad en este mundo a través de nuestro servicio cotidiano.

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EL PADRE NOS HABLA A TRAVÉS DE SU HIJO

“Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas. En estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien también hizo el universo”(Hb 1,1-2).

Cuando se cumplió el tiempo, Dios habló de forma auténtica e incomparable por medio de su Hijo amado y nos exhortó a escucharle, según nos relata el Evangelio:

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“NO TENGAS MIEDO DE TU DEBILIDAD”

“No tengas miedo de tu debilidad. ¡Yo soy tu fuerza!” (Palabra interior).

¡Qué palabras tan acertadas! A nosotros, los hombres, nos gusta ser fuertes y sentirnos seguros; pero con cuánta frecuencia experimentamos que no lo somos. A veces incluso tenemos la impresión de que todo se derrumba bajo nuestros pies. Parecería que nada puede deterner a este mundo para saltar de una catástrofe a otra. Las realidades políticas, sociales e incluso eclesiásticas se tambalean, y el hombre, en su debilidad, se siente impotente frente a todo ello.

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