“ALZAD VUESTROS OJOS”

“Y vosotros, hijos míos que habéis perdido la fe y vivís en tinieblas: alzad vuestros ojos y veréis los rayos de luz que vienen a iluminaros” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La situación de aquellos que han perdido la fe es de gran necesidad. Pensemos, por ejemplo, en un religioso o sacerdote que ha dejado su vocación. Tal vez empezó bien, intentando servir a su Señor con gran fervor. Pero después llegaron las tentaciones y terminó cayendo en ellas. Cuantas más veces caía, menos podía –y tal vez ya ni siquiera quería– resistir. Así, el amor se enfriaba cada vez más y las tinieblas se difundían. Y estas tinieblas pesan con particular densidad sobre aquellos que en otro tiempo estaban cerca del Señor. ¡Cuán difícil les resulta volver!

Pero también a ellos se dirige el inagotable amor de nuestro Padre, que conoce bien la oscuridad –quizá también la desesperación o gran indiferencia– que se apodera de los corazones cuando pierden la fe. A estos tales les invita simplemente a alzar sus ojos, pues esto es precisamente lo que les falta. De lo contrario, permanecerán encerrados en sí mismos y los poderes de la oscuridad les impondrán cada vez más cadenas.

La luz de Dios está siempre ahí y nunca deja de brillar. Nuestro Padre, que espera a su hijo perdido, está siempre dispuesto a perdonar. Sólo hay que alzar los ojos, y entonces Dios derramará los rayos de su luz sobre el corazón oscurecido, de modo que podrá emprender el camino de vuelta a casa. Allí lo esperan con ansias. No tiene que temer todo tipo de acusaciones que podrían echarle en cara. Antes bien, lo esperan con alegría, como a un hijo amado que finalmente se vuelve de nuevo a la luz y quiere dejar atrás la oscuridad. Dios le dará todo lo necesario para lograrlo: el conocimiento de su amor, el conocimiento de sí mismo y los incontables medios para volver a la amorosa comunión con Él y para renovar su amor… ¡Si tan sólo alza los ojos a Dios!