La oración del corazón (Parte II)

La oración del corazón –u oración de Jesús– requiere una cierta preparación. En este sentido, escuchemos nuevamente al metropolita Serafim Joanta:

“Las disposiciones para la oración de Jesús son, al igual que para cualquier otra oración, las siguientes: Estar en paz con el prójimo, liberarse de excesivas preocupaciones, una cierta disposición del alma, un lugar tranquilo… Nadie puede rezar una oración pura –esto es, una oración que no esté empañada por pensamientos extraños, por impresiones externas de los sentidos y recuerdos– mientras no esté en paz con el prójimo. La falta de perdón y la permanencia en la discordia nos llenan de fuerzas negativas que enturbian el corazón. Lo mismo sucede con el exceso de preocupaciones. Por eso, el Himno a los Querubines de la liturgia bizantina de San Juan Crisóstomo, nos exhorta a ‘despojarnos de toda preocupación mundana’. También el sitio de la oración es importante. El lugar más apropiado es el desierto; es decir, un lugar apartado. Allí se retiraban en todo tiempo los monjes y ermitaños. El Salvador mismo se apartaba por las noches a una montaña o a un lugar solitario para la oración. Puesto que nosotros vivimos en el mundo, hemos de seguir, en primer lugar, el consejo de Jesús: ‘Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará’ (Mt 6,6). Este aposento es el corazón, al que debemos retirarnos para poder darle a la oración la atención necesaria.”

leer más

CREER EN EL AMOR DE DIOS 

“Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto”
(Sal 129,4).

En vistas de la gravedad del pecado, sólo podemos enmudecer ante el Señor de cielo y tierra. ¿Quién podría resistir ante la justicia de Dios? ¡Qué indecible tormento le espera a un alma que se obstina en el pecado grave, sin buscar ni acoger el perdón de Dios! Una eternidad separada del Padre que tanto la ama y torturada por despiadados demonios… ¡Qué horizonte tan espantoso!

leer más

LA TRAMPA SE ROMPIÓ Y ESCAPAMOS

“Hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió, y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.”
(Sal 124,7) 

Podemos adherirnos con profunda gratitud a la alabanza que el salmista dirige al Señor. En efecto, el “cazador” coloca muchas trampas alrededor de nuestra alma para apartarla de Dios. Mucho más allá de nuestros enemigos humanos, se trata de los poderes del mal que nos amenazan. Les gusta aprovecharse de nuestra debilidad y de la seducción del mundo para hacer efectivas las diversas trampas con las que pretenden atrapar al hombre.

leer más

LA SANTA PALABRA DE DIOS 

“Tu palabra es pura en extremo, y tu siervo la ama” (Sal 118,140).

La Palabra de Dios nos ha sido dada para que por ella tengamos vida. Es distinta a las palabras meramente humanas. Tiene la fuerza de iluminar toda nuestra vida y de transformarnos. Es el Señor mismo quien se nos comunica a través de su Palabra. En efecto, Dios nos habla y así nos da acceso a su propio ser. A través de las palabras que salen de su Corazón, Él nos concede un encuentro con su amor.

leer más

El Santo Rosario

Después de haber reflexionado sobre los padecimientos de la oración y sobre la Adoración eucarística, dirijámonos ahora a las diversas formas de oración. A pesar de que la oración es, en sí misma, algo sencillo, no siempre nos resulta fácil orar, y menos orar bien. También esto es un arte, y para aprenderlo conviene estudiar las variadas formas y métodos de oración que existen, y, sobre todo, practicar fervorosamente la oración como tal.

leer más

La Adoración Eucarística (Parte II)

La adoración eucarística y la sanación interior

Los hombres en general –y también nosotros, los fieles– solemos estar heridos en nuestro interior, porque no hemos recibido el suficiente amor o hemos experimentado un abuso de nuestro amor. En consecuencia, pueden surgir graves deficiencias en el alma, y el ámbito afectivo puede sufrir un trastorno tal, que estas personas muy heridas podrían llegar a cerrarse interiormente.

leer más

“OS RECOMPENSARÉ AL CIENTO POR UNO”

“Y a vosotros, que trabajáis para mi gloria y tratáis de hacerme conocer, honrar y amar, os aseguro que vuestra recompensa será grande, porque yo tendré en cuenta todo, hasta el más mínimo esfuerzo que hagáis, y os recompensaré todo al ciento por uno en la eternidad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Nuestro Padre nos hace ver que es muy importante para Él la expansión de la “obra de amor” que vino a realizar entre los hombres. En las palabras que le dirigió a través de Sor Eugenia al Papa de aquel entonces, el Padre habla de la primacía de esta obra, que es una gracia especial para este tiempo, relacionada con grandes promesas: que se producirán conversiones auténticas y duraderas, que llegará la verdadera paz, que se completará el culto de la Santa Iglesia…

leer más

EL AMOR CRECE

“Cuanto más respondáis a mi amor, tanto más amor recibiréis” (Palabra interior).

Es propio del amor ensancharse tanto más cuanto más espacio se le dé. Por tanto, cuanto más acojamos en nuestro interior el amor de nuestro Padre, cuanto más lo busquemos, tanto más podrá Él comunicársenos.

Tengamos presente que el amor de Dios es ilimitado, mientras que nuestra capacidad de amar es limitada. Cuando nuestro Padre pone su morada en nosotros, Él ilumina y calienta nuestro corazón con la fuerza del Espíritu Santo. Si nos dejamos guiar por esta luz interior y nos entregamos al calor de su amor, la dureza de nuestro interior empieza a transformarse y la capa de hielo que rodea nuestro corazón se derrite.

leer más

La Adoración Eucarística (Parte I)

El permanecer en silencio ante el Señor Sacramentado, ya sea el Santísimo expuesto o en el Sagrario, tiene un gran efecto en la profundización de la oración. Por eso, en el marco de estas meditaciones sobre el tema de la oración, conviene que dediquemos dos días específicamente a la Adoración Eucarística.

Antes de entrar en materia, sólo una breve explicación para aquellos que no están familiarizados con la devoción católica. Los católicos creemos que, después de la transformación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo durante la Santa Misa, su presencia permanece en la santa hostia, aun cuando ha concluido la liturgia. Es por eso que los católicos hacemos una genuflexión (esto es, una reverencia) ante el Sagrario, donde se conservan las hostias consagradas.

leer más