“[Al recibir la Sagrada Hostia] Yo os inundo con mi amor. Entonces, sólo tenéis que pedirme las virtudes y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros de que, en estos momentos en que Dios reposa en el corazón de su criatura, nada os será negado.” (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio)
Nuestro Padre Celestial nos invita a que, tras haber recibido la Santa Comunión, le pidamos todo aquello que nos sirva en el camino de la santidad. Cuando recibimos dignamente la Santa Eucaristía, Dios está incomparablemente cerca de nosotros y nos inunda con su amor. Nosotros, por nuestra parte, hemos de estar en la mejor disposición para acoger las gracias del Señor. Nosotros, los hombres, somos receptivos. Aunque generalmente acostumbramos ser muy activos y creativos –lo que, sin duda, es algo bueno–, hemos de entender que el amor de Dios se nos comunica inmerecidamente (aquí el Padre nos dice: “Os inundo con mi amor”) y que nosotros debemos acogerlo.
Estos momentos de receptividad contemplativa del amor son muy importantes. Marcan nuestra alma más profundamente que cualquier actividad. Son los instantes del más íntimo intercambio de amor, que apenas requiere de palabras y aun menos de actuar. No debe confundirse esta actitud contemplativa con una mera pasividad. Antes bien, es la suma atención de nuestro corazón para acoger aquello que Dios tiene preparado para él. Es la actitud de María, la hermana de Marta, al sentarse a los pies del Señor y escuchar sus palabras (Lc 10,38-42).
Lo mismo sucede en la Santa Misa, a través de la cual se actualiza el Sacrificio del Señor, que el sacerdote ofrece sobre el altar. Nuestra participación consiste especialmente en acoger e interiorizar todo lo que en ella sucede.
Si estamos en estado de gracia, el Señor puede derramar sobre nosotros toda su inconmensurable misericordia, que nos alcanzó a través de su sacrificio en la Cruz; y nosotros podemos recibirla. Sólo hace falta que el alma esté dispuesta, y entonces podemos estar seguros de que, “en estos momentos en que Dios reposa en el corazón de su criatura, nada os será negado.”