«Yo soy el Dios de la paz» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
La paz de nuestro Padre ha de extenderse a los hombres en las más diversas circunstancias en las que puedan encontrarse. En el Mensaje a sor Eugenia Ravasio, el Señor se refiere específicamente a las familias, a los obreros y artesanos de todo tipo, a la comunidad cristiana, a la humanidad y a todas las naciones, dando a entender que Él quiere estar presente en todos los ámbitos de la vida humana y que, allí donde se le invoque, ya no habrá guerras.
Por tanto, un objetivo central es que ya no haya más guerras. Sin embargo, no es algo que los hombres pudieran lograr por sí mismos, sino que es el fruto de conocer el ser y la bondad de Dios, y todo lo que Él quiere conceder a los hombres. En el Libro de Oseas el Señor declara: «Quebraré y alejaré de esta tierra el arco, la espada y la guerra, y los haré reposar en seguro» (Os 2,20b). Y el salmo 45 canta: «Él pone fin a la guerra hasta el extremo del orbe, rompe los arcos, quiebra las lanzas, prende fuego a los escudos» (v. 10). Judit, por su parte, exclama: «El Señor es un Dios exterminador de guerras» (Jdt 16,2).
Por tanto, la verdadera paz y el camino para alcanzarla realmente existen. Nosotros, los hombres, debemos corresponder al amor de nuestro Padre y someternos a su amorosa guía. Es muy comprensible que la humanidad ansíe la paz. Pero ésta no llegará por sí sola, mucho menos si los hombres quebrantan los mandamientos de Dios. Sin menospreciar los esfuerzos políticos en pro de la paz, tampoco estos son capaces de resolver el problema de raíz de las guerras. La Iglesia está llamada a mostrar a los hombres el camino hacia la verdadera paz. Debe anunciar que Dios pondrá fin a las guerras cuando los hombres se conviertan y abandonen sus malos caminos. ¡Solo entonces cesarán las guerras!
