VIVIR EN LA VERDAD

“Vosotros, que estáis en la verdadera luz, decidles [a los hombres] cuán dulce es vivir en la verdad” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

Esta petición brota de lo más profundo del Corazón de nuestro Padre Celestial y se dirige a todas las personas que están en la verdadera luz. Es importante prestar mucha atención a estas palabras: sólo cuando vivimos en la “verdadera luz” somos capaces de dar ese testimonio que el mundo necesita con tanta urgencia. ¡La ambigüedad no hace más que confundir a las personas!

Vivimos en la verdadera luz cuando guardamos los mandamientos de Dios.

Vivimos en la verdadera luz cuando abrazamos el mensaje del Evangelio sin ambages ni adulteraciones y seguimos a Jesús.

Vivimos en la verdadera luz cuando acatamos la auténtica doctrina y los mandamientos de la Iglesia.

Este es el requisito fundamental para que podamos decirles a los hombres “cuán dulce es vivir en la verdad” y ayudarles a reconocer esta verdad.

Trasmitir la verdadera imagen de nuestro Padre hace parte de esta verdad. En efecto, sólo podremos vivir nosotros mismos en la plenitud de la verdad cuando nuestra relación con Dios esté impregnada de aquel amor y confianza que Él mismo nos ofrece.

¿Acaso no será mucho más fácil ganarnos a las personas cuando nuestro corazón le pertenezca a Dios?

Ciertamente se puede anunciar la verdad de forma objetiva, y esto tendrá siempre un gran valor en sí mismo, aun si nosotros mismos no estamos todavía lo suficientemente purificados. Pero ¡cuánto más podrá calar en los corazones de los hombres esta verdad si aquel que da testimonio de ella está impregnado del sabroso don de la sabiduría, de modo que a través de él las personas se encuentren con el Padre que los ama!

¡Contemos a las personas cuán maravilloso es vivir en la verdad, que nos hace libres (Jn 8,32) y nos refresca! En efecto, la verdad es aquel manantial transparente como el cristal, que brota del trono de Dios y del Cordero (cf. Ap 22,1). ¡Digámosles que Dios las ama y que Él es infinitamente bueno! ¡Todos los hombres han de enterarse de que su Padre Celestial no quiere más que colmarlos de su amor y que ellos lo acojan y le correspondan!