VIGILANCIA, VALENTÍA Y RECOGIMIENTO

“Vigilancia, pero sin miedo; valentía, pero sin temeridad; recogimiento, pero activo” (Palabra interior).

He aquí un consejo sobre cómo podemos vivir de forma fructífera nuestro seguimiento de Cristo. La vigilancia forma parte de nuestro equipamiento básico como cristianos. No se trata solo de identificar y rechazar los insidiosos ataques del diablo, sino de estar atentos a toda nuestra forma de vivir, conforme a la exhortación del Apóstol San Pablo:  “Mirad atentamente cómo vivís; que no sea como imprudentes, sino como prudentes; aprovechando bien el tiempo presente, porque los días son malos” (Ef 5,15-16).

Nuestra fe nos exige valentía para confesarla. ¿Quién, si no una fe firme, podría oponerse al mundo, con su rumbo que conduce al abismo? ¿Quién, si no aquellos que se aferran firmemente a la fe, podría contrarrestar la tendencia de los líderes eclesiásticos a adaptarse al espíritu del mundo? Hoy en día, se necesita valentía para profesar la fe sin reservas, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Por otro lado, conviene elegir las palabras con cuidado y sin ligereza, de manera que estén bien fundamentadas y no deformadas por sentimientos negativos.

Nuestras obras serán fructíferas en la medida en que surjan de nuestra relación interior con Dios. Cuanto más vivamos en el corazón de nuestro Padre y nos retiremos una y otra vez allí, permaneciendo en recogimiento, tanto más fácil nos resultará realizar las tareas que se nos han encomendado. Cuanto más impregnadas e impulsadas estén por el amor, tanto más adquirirán aquel «sabor» que es propio de las obras procedentes de Dios. Pierden su desasosiego y la inquietud con que a menudo las realizamos, y en su lugar aparece un sereno fluir en nuestras actividades.