Mc 9,38-50
En aquel tiempo, Juan dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba los demonios en tu nombre, pero, como no viene con nosotros, hemos tratado de impedírselo.” Pero Jesús dijo: “No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa. Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, le iría mejor si le pusieran al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que lo echasen al mar. Si tu mano te es ocasión de tropiezo, córtatela; más te vale que entres manco en la Vida que ir con las dos manos a la Gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de tropiezo, córtatelo; más vale que entres cojo en la Vida que ser arrojado a la Gehenna con los dos pies.
Y si tu ojo te es ocasión de tropiezo, sácatelo; más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos a la Gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga; pues todos han de ser salados con fuego.” La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros sal y tened paz unos con otros.
¡El Combate Espiritual ha de ser librado con armas espirituales! Para luchar contra los poderes del mal en plena vanguardia, es necesario recorrer seriamente el camino de la santidad y tener una firme fe, de manera que todos los dardos del Maligno puedan ser rechazados (cf. Ef 6,16).
La Sagrada Escritura señala dos maneras de lidiar con el Diablo: Por un lado, existe la opción de huir; y, por otro lado, la de ofrecer resistencia o incluso pasar al contraataque.
Cuando notamos que no debemos exponernos innecesariamente a su influencia, es prudente huir. El Diablo tiene miles de posibilidades de ejercer su influencia en las almas. La prudencia en la vida espiritual cuida de no permanecer innecesariamente en el terreno de acción directa del Mal. Esto se aplica a muchos ámbitos de nuestra vida, especialmente a la influencia de los medios de comunicación, a través de los cuales se puede manipular fácilmente a las personas en el espíritu anticristiano. Entonces, hay muchas influencias que podemos evitar de antemano, siempre y cuando no estemos debilitados por la curiosidad, la ingenuidad y una falta de vigilancia.
El contraataque al Diablo a través de la Palabra de Dios y la oración, exige que estemos bien preparados. Para ello, debemos estar bajo la protección activa del Señor y reforzar nuestro castillo. Al hablar de “protección activa de Dios”, nos referimos a vivir en estado de gracia. “Reforzar nuestro castillo interior” significa llevar una vida espiritual transparente ante Dios; que no haya nada que se interponga entre Él y nosotros, al menos no en lo que seamos capaces de reconocer…
Si escuchamos atentamente al Espíritu Santo, podremos identificar cuándo conviene huir del demonio y cuándo enfrentarnos directamente a él. Cuanta más responsabilidad se nos encomiende en el combate espiritual, tanto más sutilmente sabremos reconocer por cuál respuesta hemos de optar en cada caso.
La segunda parte del evangelio de hoy nos exhorta a una suma vigilancia en relación con el pecado. Lógicamente la lucha contra el pecado es una parte esencial del combate espiritual. Aunque el Señor siempre se compadece de nuestra debilidad, permanece en pie la exhortación a proceder contra el pecado con la máxima vigilancia y determinación posible.
El laxismo que se está proliferando en la Iglesia en las cuestiones morales es un peligro mortal. Si ya no se combate decididamente contra el pecado, el Diablo ya ha ganado mucho terreno de antemano. Quedamos debilitados por dentro y el castillo cae en manos enemigas. La clara renuncia al pecado y la lógica consecuencia de evitarlo y vencerlo en el Señor, nos dará fuerza en cada paso que tengamos que dar. Así, podremos asumir el lugar que nos corresponde en el ejército del Cordero y seremos revestidos con la armadura apropiada para el inevitable combate.