VIDAS DE SANTOS: “San Eduardo, rey de Inglaterra”

 

En cierto modo, los santos son el Evangelio puesto en práctica y, por tanto, dan testimonio de la autenticidad de nuestra fe. Son un gran tesoro para nuestra Iglesia. Podríamos decir que son como estrellas en el firmamento.

A partir de hoy, quiero iniciar una pequeña serie hablando de los santos del día u otros que me gustaría presentaros. Espero que, gracias a su testimonio de vida, cada una de estas meditaciones nos fortalezca en el seguimiento de Cristo. Tras una breve biografía, compartiré algunas reflexiones sobre su legado.

Quienes prefieran seguir las meditaciones sobre la lectura o el evangelio del día, encontrarán los respectivos enlaces al final de cada texto.

¿Quién fue ese benévolo rey inglés llamado Eduardo, también conocido como Eduardo el Confesor?

Nació entre 1003 y 1005 en Islip, Oxfordshire. Fue el séptimo hijo de Etelredo el Indeciso y el primero de su segunda esposa, Emma de Normandía. Durante su infancia, Inglaterra sufrió ataques e invasiones vikingas bajo el mando de Sven Barbaforcada y su hijo Canuto el Grande. Cuando Sven conquistó Inglaterra en 1013, Emma huyó con Eduardo y su hermano Alfredo a Normandía, y Etelredo les siguió poco después.

Así, Eduardo pasó un cuarto de siglo en el exilio, probablemente sobre todo en Normandía.

En 1014, tras la muerte del rey Canuto Hardeknut, el conde más poderoso de Inglaterra apoyó a Eduardo, que entretanto había regresado del exilio, como heredero al trono. Anteriormente, cuando Eduardo alcanzó la mayoría de edad, le habían instado a reconquistar su reino por la fuerza. El heredero dio una respuesta memorable: no quería un reinado comprado a precio de sangre. La crónica anglosajona describe su ascenso al trono con estas breves palabras, que expresan el afecto que el pueblo le profesaba: «Antes de que Hardeknut fuera enterrado, todo el pueblo eligió a Eduardo como rey en Londres». El 3 de abril de 1043, Eduardo fue coronado en la catedral de Winchester, la sede real de los sajones occidentales.

¿Por qué Eduardo era tan querido?

Su negativa a reconquistar su reino por la fuerza dice mucho sobre él. Tenía una devoción especial hacia el apóstol San Juan y quería gobernar con justicia. Decía que lo mejor para el reino era que el pueblo practicara la religión. Por tanto, se esforzaba por fomentar todo lo relacionado con la fe cristiana.

Siendo rey, Eduardo vivió con mucha modestia para ayudar a los pobres. Los nobles le presionaron para que se casara, y encontró a una mujer, la hija del príncipe de Wessex, que aceptó de buen grado el camino de la abstinencia. De hecho, la pareja no tuvo hijos y la cuestión de la sucesión no se resolvió hasta que Inglaterra fue sometida por Guillermo el Conquistador. La profunda piedad y la ejemplar caridad de Eduardo influyeron decisivamente en la expansión de la religión cristiana en Inglaterra.

La leyenda cuenta que, en una ocasión, el santo rey curó a un enfermo de gota: «Una vez, el rey se encontró en las calles de Londres con un lisiado cuyas piernas estaban tan deformadas que solo podía desplazarse con la ayuda de las manos, como un animal. Cuando el rey le preguntó qué podía hacer por él, el lisiado respondió: “Señor, se me ha ocurrido que me curaría inmediatamente si el rey me llevara sobre sus hombros a la iglesia”. Entonces, Eduardo levantó al mendigo y lo cargó hasta la iglesia más cercana. Cuando lo dejó delante del altar, sus extremidades se estiraron y, en un instante, volvió a ser un hombre bien formado, apuesto y alto».

Eduardo era considerado un rey benevolente que siempre tenía su corazón abierto hacia los pobres y compartía sus riquezas.

¡Qué gran bendición tener un rey como este, que asume su responsabilidad ante Dios y sirve de verdad a su pueblo en todos los sentidos! Se contaba que los milagros le acompañaban ya en vida y que continuaron produciéndose tras su muerte. Su tumba en la abadía de Westminster, en Londres, se convirtió en un santuario nacional.

Eduardo fue canonizado por el papa Alejandro III en 1161.

¿Qué es lo que más se puede destacar de su testimonio? Su profundo arraigo en la santa fe, que impregnaba todos los aspectos de su vida, incluso en su más alta responsabilidad como rey en tiempos de guerra. Eduardo era consciente de que debía dar ejemplo al pueblo y predicarle el Evangelio a través de su testimonio de vida.

Era un rey del que ciertamente se puede decir, como atestiguan las Sagradas Escrituras sobre algunos reyes de Israel (cf. 2Re 18, 3), que «hizo lo que agrada al Señor». ¡Que san Eduardo interceda especialmente por quienes ocupan cargos de responsabilidad, para que comprendan que la verdadera religión es lo mejor para el pueblo y que esta conduce a la caridad y a la justicia!

¡San Eduardo, ruega por nosotros!

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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/el-signo-del-senor-y-su-iglesia-3/

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