VICTORIA SOBRE EL ENEMIGO

“¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y triunfaréis victoriosamente sobre él.”  (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio). 

En su Mensaje, nuestro Padre no deja de lado la dimensión del combate espiritual, porque, en efecto, los hombres tenemos enemigos. Se trata, en primer lugar, de los ángeles caídos, que intentan incluirnos en su rebelión contra Dios o, al menos, dificultar nuestro camino con el Señor.

Invocar el nombre del Padre significa que su luz viene a nosotros y las tinieblas tienen que ceder. Satanás no soporta la luz de Dios, porque sus intenciones son siempre impuras; mientras que en nuestro Padre no hay sombra alguna (1Jn 1,5).

Los poderes de las tinieblas no pueden amar, y es por eso que la invocación sincera del nombre del Padre los ahuyentará.

El diablo es una criatura limitada; el Padre es el Creador de todo cuanto existe.

Dios nos ofrece el medio para obtener la victoria sobre estos enemigos. No se trata sólo de defendernos de sus ataques; sino también de debilitarlos cuando pretenden influir sobre nosotros. Al invocar el nombre de nuestro Padre Celestial, serán confrontados con Dios mismo y sus planes fracasarán. Y más aún: cada vez que rechazamos estos ataques en el Señor, nosotros mismos quedamos fortalecidos como “guerreros del Cordero” (cf. Ap 17,14):

“Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra” (Sal 124,8).

Pero este ofrecimiento del Padre se extiende incluso más allá de nuestra protección personal.

Cuando vemos la miseria a nuestro alrededor, cuando percibimos la destrucción que causan los poderes de las tinieblas, no sólo debemos soportar pasivamente esta situación; sino invocar a nuestro Padre para que Él ahuyente la oscuridad. Si lo hacemos conscientemente, participamos en la victoria del Señor y prestamos un servicio importante para el Reino de Dios.

Los demonios son enemigos de toda la humanidad. Por tanto, hemos de emprender con intrepidez y con la confianza puesta en el Señor la batalla que les corresponde librar a todos los que quieren servir al Señor. El Padre nos dice cómo obtener la victoria, ¡y Él lucha por nosotros!