VÍA CRUCIS – VIII Estación: “Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén”




  1. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
  2. Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).

Jesús se encuentra con las mujeres de Jerusalén. Ellas permanecieron fieles a Él. Sus corazones están dolidos, porque ven al Hijo de Dios sufriendo en el camino hacia la crucifixión, sufriendo por la humanidad. Así pues, vemos que también hubo quienes no cerraron su corazón al Señor.

Quizá aún no comprendían en toda su magnitud los acontecimientos, pero se compadecen de Jesús. Él ve su compasión y acepta su llanto. Sin embargo, les anuncia cuál es el verdadero duelo que les espera. Su muerte no será definitiva, pues resucitará pronto. Entonces su sufrimiento habrá terminado.

Pero, ¿qué será de aquellos que no acepten su gracia? Jesús sabe que muchos no le corresponderán. Por eso lloró sobre Jerusalén, porque no había aprovechado la hora de la gracia (Lc 19, 41-44).

Con su Muerte y Resurrección, se ofrece a toda la humanidad esta hora de gracia. ¡Pero muchos pasarán de largo!

Esta es la verdadera razón para llorar y hacer duelo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos (…), porque si hacen esto con el leño verde, ¿qué no se hará con el seco? » (Lc 23,28.31).

Por ello es tan importante orar para que los hombres acojan la gracia de Dios, aquel don infinito que se ofrece a toda la humanidad gracias a la Pasión y Muerte del Señor, para la glorificación de Dios y la salvación de sus almas.

Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”

Padre Nuestro, Ave María y Gloria

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