- Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi (Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos)
- Quia per Crucem tuam redemisti mundum (Porque por tu Santa Cruz redimiste al mundo).
En la época romana, se castigaba a los criminales con la crucifixión. Era una muerte de deshonra y vergüenza. Los condenados morían por asfixia.
Jesús no sólo es condenado a la crucifixión; sino que tiene que cargar con su propia cruz. Quieren convertirlo en un espectáculo para la gente.
Jesús carga con la cruz, pero no porque sus verdugos lo obliguen. La recibe de las manos del Padre. Así, se la arrebata a la malicia y a la intención de aniquilarlo y borrar su memoria. ¡Sucede todo lo contrario! La cruz se convierte en el signo de la victoria sobre los poderes de las tinieblas; de la victoria del amor sobre el odio.
Cada paso de Jesús hacia el Calvario es un paso hacia la redención de la humanidad. Solo es capaz de sobrellevar sus tormentos porque ama infinitamente al Padre y mantiene la mirada fija en Él. Vino al mundo para cumplir su voluntad y le glorifica con cada paso.
Y Jesús ama infinitamente a los hombres, aun cuando éstos le tratan con indiferencia, le rechazan o incluso se burlan de Él. Jesús sigue su camino, paso a paso. El Padre le sostendrá hasta llegar a su destino: “Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan” (Sal 23,4).
Oración: “Señor, concédenos clemente la salvación y la paz, para que tu Iglesia, tras haber superado todos los obstáculos y errores, te sirva en plena libertad, por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.”
Padre Nuestro, Ave María y Gloria