“VERDADERA JUSTICIA”  

«¿Qué sería la justicia sin misericordia? Aliada con las tinieblas de la crueldad, sería más bien injusticia que justicia» (Santa Catalina de Siena).

Santa Catalina de Siena hace aquí un alegato a favor de la misericordia. En efecto, en situaciones como una guerra, existe la gran tentación de ir más allá de los límites de la justicia, de dejarse llevar por las malas inclinaciones que habitan en el corazón del hombre y de que así la crueldad se alíe con la justicia, deformándola y volviéndola aterradora.

Con nuestro Padre no sucede así. En Él no existen tales inclinaciones. Dios no experimenta ningún placer perverso al ver los tormentos de una persona. Por eso podemos confiar sin reservas en su justicia y, si nos esforzamos sinceramente por cumplir su voluntad, no hay razón para temerla.

La combinación entre justicia y misericordia posee el maravilloso sabor de la verdad. Aquí nos encontramos con la Majestad de Dios, que desde ya anhelamos gozar en la eternidad. Tiene esa maravillosa nobleza que a veces encontramos reflejada en ciertas personas.

Este resplandor de justicia y misericordia debe formar parte del anuncio de la Iglesia en un sano equilibrio. Si el enfoque se pone demasiado en la justicia, ésta puede volverse dura y asustar a las personas. Si se acentúa excesivamente la misericordia, el llamado a la conversión perderá seriedad.

Si seguimos la guía del Espíritu Santo en la imitación sincera del Señor, podrá hacerse realidad la súplica que le dirigimos en la Secuencia de Pentecostés: «Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío». Él nos ayudará a no añadir dureza a la justicia y a no dar cabida a ninguna crueldad.