“Cuando tu alma se entretiene demasiado tiempo en el mundo de la nada, se vacía más” (Palabra interior)
“La boca habla de lo que rebosa el corazón” –nos dice el Señor en el evangelio (Lc 6,45). Esta frase debe entenderse en el mismo sentido que la palabra interior que acabamos de escuchar. Debemos aprender de nuestro Padre Celestial cómo manejar nuestro tiempo libre de tal manera que no caigamos en la tentación de sobrecargarnos con cosas inútiles. Puede que al principio no nos demos cuenta de cómo nos afecta, pero nuestra alma bien sabe distinguir el alimento que le damos. Percibe una gran diferencia entre si le proporcionamos buen alimento, que la lleva a buscar a nuestro Padre y a procurar estar cerca de Él, o si la llenamos con una distracción tras otra, que a la larga le perjudican y la debilitan para el combate espiritual que está llamada a librar.
San Pablo menciona en una de sus cartas que “todo es lícito, pero no todo conviene” (1Cor 10,23).
Aplicado a nuestro tema de hoy, ¿a qué se refiere esto?
Ciertamente los momentos de disfrutar sanamente no son pecaminosos y, por supuesto, es lícito que tengamos espacios de recreación. Pero la cuestión es cuánto tiempo e importancia damos a esta recreación, cuál es su contenido y adónde puede conducirnos si no la manejamos con prudencia. Si le dedicamos demasiado tiempo, en lugar de que el alma se recrea y se relaje, aumenta en ella un cierto vacío. Esto se aplica especialmente cuando dirigimos nuestra atención a cosas que tienen poco o ningún valor; es decir, cuando descendemos al “mundo de la nada”. Allí el alma no recibe ningún alimento que le sirva en su camino con Dios, sino que sufre por la pérdida del tiempo valioso, que más convendría aprovechar para trabajar en el Reino de nuestro Padre. Se encuentra a sí misma ocupada en cosas que, aunque sean lícitas, “no convienen”.
Es bueno que también en este ámbito prestemos atención a la sutil guía del Espíritu Santo, para que no perdamos la fuerza y concentración de nuestra alma, que, al sobrecargarse con cosas inútiles, se vuelve más perezosa y le resulta difícil centrarse en la vida espiritual.