UNA Y OTRA VEZ EL AMOR

 

“Vive en la certeza de mi amor y entonces te volverás capaz de amar” (Palabra interior).

Nosotros, los hombres, dependemos profundamente del amor, puesto que nuestro Padre nos creó por amor. Sin amor no podemos vivir, porque él no sólo es el motivo de nuestra existencia, sino también de nuestra redención, abajándose a nosotros, los hombres, tras la caída en el pecado para sanar nuestras heridas y concedernos la verdadera vida a través de la gracia. El amor nos acompaña a lo largo de nuestra peregrinación en este mundo y nos prepara para la eternidad, en la que iluminará y llenará nuestro ser sin sombra ni perturbación alguna.

“Dios es amor” (1Jn 4,16).

Como creyentes, lo sabemos. Lo hemos leído en la Sagrada Escritura, lo hemos escuchado en homilías y predicaciones… Sin embargo, el hecho de saberlo en teoría no garantiza aún que la certeza del amor de Dios determine nuestros sentimientos y nos comunique aquella alegría que es un anticipo del cielo. Pero nuestro Padre quiere que vivamos en la seguridad de su amor para despertar a la gran verdad de nuestra existencia: ¡somos hijos amados de nuestro Padre!

¿Cómo podemos, pues, llegar a esta certeza?

-Ponderando con gratitud las bendiciones con las que Dios colma nuestra vida diaria.

-Contemplando con asombro los misterios de la salvación, que nutren nuestra vida sobrenatural.

-Meditando todos los días la Sagrada Escritura.

-Recibiendo agradecidos los santos sacramentos.

-Cooperando con el Espíritu Santo en la purificación de nuestro corazón.

-Estrellando todos los malos pensamientos contra la roca de Cristo.

-Invocando frecuentemente el Nombre del Señor.

-Declarando una y otra vez nuestro amor al Padre Celestial.

-Presentando a Dios nuestro vacío interior y pidiéndole que lo llene con su presencia.

-Por último, ¡pero no por ello menos importante! Pidiendo a nuestro Padre que haga a un lado todo aquello que nos impide vivir en la seguridad de su amor.

Entonces nos volveremos capaces de amar.