«Si la palabra ‘gracias’ fuera la única oración que pronunciaras, sería suficiente» (Maestro Eckhart).
Podríamos vernos tentados a pensar que tales afirmaciones facilitan demasiado la salvación de los hombres. Pero recordemos también las palabras de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio, en las que dice que la persona que una sola vez le invoque sinceramente con el nombre de «Padre» no se condenará. Esto nos da una gran esperanza para la salvación de las almas, cimentada en la voluntad salvífica de Dios.
Ahora bien, la palabra «gracias», a la que se refiere el Maestro Eckhart en la frase de hoy, sin duda debe ir dirigida a Dios y brotar desde lo más profundo del alma. Así, el corazón se abre de toda su cerrazón y reconoce que ha recibido el auxilio de Dios. Entonces surge una relación personal con Él, en la que nuestro Padre se fija complacido. Se trata solo de una pequeña apertura, quizá minúscula, pero lo suficientemente grande como para que el Dios infinito se valga de ella para no permitir que esa alma se pierda para siempre.
Difícilmente podremos entenderlo con nuestros criterios humanos. Solo nos quedará claro cuando nos percatemos de cuán grande es el deseo de nuestro Padre de atraer a los hombres a su hogar eterno y de que cada alma es tan importante para Él que envió a su propio Hijo para redimirla.
Lo que, por nuestra parte, podemos hacer es dar las gracias a nuestro Padre por todo lo que nos concede: por lo bueno, que fácilmente despierta gratitud en nuestro corazón, pero también por el mal que Él es capaz de convertir en bien para nosotros, aunque no podamos verlo. Si vamos adquiriendo un corazón agradecido y se lo ofrecemos también al Señor por todas aquellas personas que no le dan gracias por los beneficios que Él les concede, eso le agradaría mucho a nuestro Padre Celestial.
De esta manera, podríamos aportar nuestro granito de arena para que nuestro Padre escuche al menos una vez «gracias, Padre» de boca de una persona específica, aunque sea antes de expirar. Podemos estar seguros de que Dios no se deja ganar en la generosidad de su amor.