“Padre y amigo de confianza, ¡te amo!”
Esta pequeña oración es una síntesis de los deseos de nuestro Padre Celestial sobre la relación que quiere tener con nosotros. Si la repetimos como una especie de «oración del corazón», estas invocaciones se grabarán en nuestro corazón. El simple hecho de llamar a Dios «nuestro Padre» ya establece una gran cercanía con Él, que se profundiza aún más si le llamamos «Padre de confianza».
Esta intimidad, a la que se refiere nuestro Padre en el mensaje a la madre Eugenia Ravasio y que Él desea como expresión de la tierna relación con sus hijos, dota a nuestra relación con Dios de amor y también de una calidez espiritual y natural.
Con este Padre de confianza, se puede hablar de cosas reservadas solo a este tipo de relación. Al mismo tiempo, en Dios estamos en buenas manos, incluso con todas las limitaciones de nuestra condición de criaturas. Precisamente en esta relación de amor, la imperfección de nuestro caminar y de nuestra persona no se convierte en motivo de constantes autoacusaciones que no llevan a ninguna parte. Antes bien, se convierte en un estímulo para agradecer cada vez más a nuestro Padre Celestial por su amor y paciencia, y para hacer todo lo que está en nuestras manos para recorrer con fervor el camino de la perfección, con la confianza puesta en Él.
Añadamos ahora la dimensión de la amistad con Dios. En ella, Dios nos ofrece un tipo de amor que, en cierto modo, lo pone en pie de igualdad con nosotros. El título de «amigo» redondea esta pequeña oración. En el Mensaje a sor Eugenia, nuestro Padre describe cómo se abaja a nuestro nivel humano para dársenos a entender. Si nos fijamos en la Encarnación del Hijo de Dios, esto se vuelve una realidad palpable.
De esta manera, esta pequeña oración puede ayudarnos a declarar nuestro amor al Padre con creciente facilidad y a traducirlo en obras que le sean gratas.