UNA MIRADA DE SU AMOR

“Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa” (Sal 83,11).

¡Hasta qué punto el salmista comprendió lo que significa estar en la cercanía de Dios! En efecto, ¿no es así? Aunque fuera un solo día que pudiéramos pasar cerca de nuestro amado Padre, ¡qué incomparable sería éste en relación con todos los demás días en que no estuvimos junto a Él!

Más vale ser el último en el Reino de los Cielos que el primero en este mundo.

“¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida?” (Mt 16,26).

Esta realidad ha de iluminar como lumbrera nuestro corazón: Sólo Dios mismo puede concedernos aquello que verdaderamente llena nuestra alma. Vivimos en un engaño si buscamos en las personas o en las criaturas lo que sólo Dios puede darnos.

Pero Dios nos ofrece mucho más que un solo día en sus atrios. Él nos brinda su Corazón; se nos ofrece Él mismo. Nada quiere retener para sí mismo y de nada quiere privarnos; sino que anhela entregársenos con todo su amor, en la medida en que seamos capaces de acogerlo.

Una sola mirada de su amor es capaz de derretir nuestro frío corazón.

Una mirada de su amor nos asegura: “Eres mío”.

Una mirada de su amor nos da la certeza de ser hijos suyos.

Una mirada de su amor ahuyenta nuestros oscuros pensamientos.

Una mirada de su amor es más valiosa que todos los tesoros de este mundo.

Una mirada de su amor basta para despertarnos de nuestras confusiones.

Una mirada de su amor nos concede la suficiente claridad para volver a casa.

¡Y esta mirada vela siempre sobre nosotros!