UNA GRAN OBRA DEL PADRE

“¡Oh! Cuánto quisiera que comprendieras la extensión de esta obra; su grandeza, su amplitud, su profundidad, su altura… ¡Quisiera que comprendieras los inmensos deseos que tengo para la humanidad presente y futura!” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

A través de la Madre Eugenia, el Padre dirige estas palabras al Papa de aquella época.

Como sugiere este breve pasaje, las obras de Dios tienen un alcance que nosotros, los hombres, no podríamos medir. Pero el Padre ve sus designios hasta el final y sabe lo que significaría para la humanidad si se cumplieran sus inconmensurables deseos.

Si Dios fuera conocido, honrado y amado como Padre de la humanidad, llegaría la verdadera paz, y esta humanidad, a menudo tan desorientada, encontraría aquel verdadero hogar que muchas veces busca donde no puede hallarlo.

La obra que el Padre viene a realizar entre los hombres es una “obra de amor”. Él quiere que lo conozcamos mejor y que desechemos toda falsa imagen que aún podamos tener de Él. Su deseo es que lo conozcamos como Él es en verdad: un Padre lleno de amor y bondad.

¡Qué cambio supondría este descubrimiento! Toda imagen distorsionada de Dios tendría que desvanecerse y los hombres comenzarían a entregarse a Él de buena gana y con facilidad. Al cultivar una relación confiada con nuestro Padre divino, Él nos comunica su fuerza y nos enseña a mirar todos los acontecimientos a nuestro alrededor desde la persepectiva de la confianza. Así, seremos capaces de afrontar aun los momentos más difíciles de la vida.

La “obra de amor” que el Padre viene a realizar entre los hombres es de gran importancia, porque ataca de raíz el mal que nos sobrevino a consecuencia del pecado original; a saber, la pérdida de la relación familiar y amorosa con nuestro Padre Celestial. Si se empieza a sanar este mal, no sólo cambiará nuestra relación con el Padre, volviéndose más luminosa y amorosa, sino también la relación con las otras personas, con las que podremos encontrarnos en una mayor libertad.