UNA GRACIA PARA LA EVANGELIZACIÓN

“Echaré una vez más la red de mi amor” (Palabra interior).

En medio de las tinieblas actuales, ¿podemos contar con que nuestro Padre conceda de nuevo una gracia grande para la evangelización, especialmente en una época en que los países que en otro tiempo habían estado fuertemente marcados por la fe cristiana han caído en un olvido casi global de Dios y a veces incluso en un neo-paganismo?

Sí, podemos contar con ello, porque nuestro Padre no se rinde ni deja de luchar por los hombres. Si los pastores designados no cumplen su ministerio –o al menos no lo suficiente–, entonces el Señor llamará a otros que asuman esta tarea y la lleven a cabo, conforme a los dones que Dios concede a cada uno.

Echemos un vistazo al Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio. En el año 1932 le dirige estas palabras: “Éste es el siglo privilegiado de entre todos. (…) Las almas necesitan ser tocadas con ciertas caricias divinas y el tiempo apremia. (…) Yo os ayudaré en vuestros esfuerzos y en vuestro trabajo.”

Y más adelante dice:

“Si hay algo que deseo, particularmente en este tiempo, es el aumento del fervor en los justos. Esto traería consigo una gran facilidad para la conversión de los pecadores; una conversión sincera y perseverante, el retorno de los hijos pródigos a la Casa del Padre, especialmente de los judíos (…), los cismáticos, herejes, masones, los pobres infieles e impíos, las diversas sectas y sociedades secretas.”

Todos están llamados, pues, como dice a continuación el Padre en el Mensaje: “Oportuna o importunamente, todo el mundo ha de enterarse de que hay un Dios y un Creador.”

A nosotros, los fieles, nos corresponde cooperar con esta gracia y, en vista de la enorme confusión de estos tiempos, salir aún más decididamente a echar la red del amor con el Señor.