“UNA DULCE CERTEZA (II)”

«Cuán dulce es pensar que hay un Padre (…) que es infinitamente bueno, que sabe perdonar fácilmente y que castiga sólo a pesar suyo y con vacilación» (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).

«Un Padre infinitamente bueno».

Cuando Jesús fue llamado «Maestro bueno», respondió: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno solo: Dios» (Mc 10, 18). Nuestro Padre es el Bueno por excelencia, y todo lo bueno procede de Él. Encontrarse con Él, escucharle, amarle y honrarle significa corresponder y servir a la bondad misma. Al hacerlo, también nosotros nos volvemos buenos, porque participamos de su bondad. En la frase de hoy, nuestro Padre añade el adverbio «infinitamente bueno». Con ello, nos deja claro que su bondad no tiene principio ni fin, que siempre se comunica y siempre está presente.

¿No es esta certeza infinitamente dulce?

«Un Padre que sabe perdonar fácilmente».

¡Oh, qué gracia para todos nosotros! Cuando has perdonado la culpa a alguien, amado Padre, esta ha quedado borrada y no se la echarás en cara una y otra vez. Es tu enemigo, que no quiere reconocer tu bondad, quien nos acusa día y noche (cf. Ap 12,10). A nosotros, los hombres, tampoco nos resulta fácil perdonar de verdad, sin guardar rencor a la otra persona y darle una nueva oportunidad. Tenemos que aprenderlo de ti, amado Padre. Tú eres nuestro Maestro y queremos llegar a ser perfectos como Tú, tal y como tu Hijo nos exhorta (Mt 5,48). Si aprendemos de ti e imitamos tu bondad, quizá se nos vuelva más fácil perdonar. ¡Y siempre podemos acudir a ti!

¿No es dulce esta certeza?

«Un Padre que castiga sólo a pesar suyo y con vacilación».

También esta actitud tuya es una gran gracia para nosotros, y sabemos que, incluso cuando castigas, solo tienes en vista nuestra salvación y quieres guiarnos de vuelta por el camino recto.

¡Así eres Tú! ¡Cuán dulce es esta certeza!