“¡El tiempo apremia! Desearía que los hombres sepan cuanto antes que los amo y que Mi mayor felicidad consiste en estar y hablar con ellos, como un Padre con sus hijos” (Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Resulta evidente cuán importante es para nuestro Padre que los hombres reconozcamos su amor. ¡El tiempo apremia! Y esto es tan cierto: cada día que vivimos conscientes del amor de nuestro Padre es tan rico para nosotros y una felicidad para el Padre, en cuanto que puede comunicarnos su amor. En cambio, cada día en el que no reconocemos su amor y, en consecuencia, no le correspondemos, es tan pobre.
Muchas personas ni siquiera conocen este amor. ¡Cuán doloroso debe ser para nuestro Padre que no sepan siquiera quién las creó, ni mucho menos cuánto Él las ama! ¡Cuántas personas sufren bajo su vida sin conocer el dulce consuelo de la presencia de Dios!
¡El tiempo apremia!
Jesús dice: “He venido a arrojar fuego sobre la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lc 12,49). Es el fuego del Espíritu Santo –el amor entre el Padre y el Hijo– el que ha de arder. ¿Y qué otra cosa quiere el Espíritu Santo sino que suceda exactamente lo que dice nuestro Padre en las palabras que hemos leído hoy del Mensaje?
¡El tiempo apremia!
¿Qué más podemos hacer para cumplir tu deseo, amado Padre?
Nos aliaremos con el Espíritu Santo y con el deseo más profundo de tu amado Hijo y de todos aquellos que te aman. ¡Eso nos dará alas!