“Mi pasado ya no me preocupa; pertenece a la misericordia divina. Mi futuro no me preocupa todavía; pertenece a la providencia divina. Lo que me preocupa y me exige es el hoy, que pertenece a la gracia de Dios y a la entrega de mi corazón, de mi buena voluntad” (San Francisco de Sales).
Si nos tomamos en serio estas palabras de San Fransciso de Sales, podremos deshacernos de muchas cargas que agobian nuestra vida y despertaremos al “ahora”, por así decirlo.
Y, en efecto, es un sabio consejo, que ciertamente se corresponde con lo que el Padre quiere de nosotros. Él quiere liberarnos de tal manera que podamos cumplir aquello que Él nos llama a hacer aquí y hoy.
Si nuestro pasado está cargado de pecados, pero los hemos colocado sinceramente bajo la misericordia de Dios, entonces nuestro Padre ya nos ha perdonado y quiere que ahora alabemos su infinita misericordia y estemos seguros de ella.
Del mismo modo, no debemos cargar nuestro futuro con preocupaciones, temores e ilusiones de todo tipo. En realidad, no sabemos lo que éste nos depara. Pero Dios sí lo conoce y, con la confianza puesta en Él, podemos simplemente recorrer nuestro camino día a día. Jesús mismo nos enseña: “No os preocupéis por el mañana, porque el mañana traerá su propia preocupación. A cada día le basta su contrariedad” (Mt 6,34).
A fin de cuentas, el “ahora” nos ha sido encomendado y tenemos que afrontarlo con la gracia de Dios. Nuestro Padre nos da la luz y la fuerza necesaria para ello. Si vivimos este día en su luz, seremos fortalecidos para el día de mañana. Hemos de acatar esta recomendación de nuestro santo, porque “este es el día que hizo el Señor”. A Él le pertenece y nosotros cooperamos con la entrega de nuestra buena voluntad. ¡Así es como podremos afrontar el “hoy”!