“UN REFUGIO SEGURO”  

«Siempre encontrarás refugio en mí y en el corazón de tu Madre. ¡Nadie puede arrebatártelo!» (Palabra interior).

Necesitamos urgentemente este refugio en medio de la confusión que nos rodea, un baluarte de amor y seguridad. Siempre lo necesitaremos, incluso si llevamos muchos años en el camino del Señor y hemos avanzado con paso firme. ¡El refugio está ahí para nosotros! En su sabiduría, nuestro Padre celestial nos lo ha concedido para que encontremos nuestro hogar en el recinto interior de nuestra alma. Por más que la tormenta se desate a nuestro alrededor y el demonio intente asustarnos, el acceso a lo más profundo de nuestro corazón permanece abierto y nadie puede arrebatárnoslo. Este recinto, al que también se le llama «celda interior», no solo nos ofrece refugio, sino también la oportunidad de profundizar cada día en el amor entre el Padre y nosotros. Es, por así decirlo, el recinto sagrado de nuestra alma, en el que no puede colarse el Maligno, porque Dios habita en él.

Si queremos alcanzar una unión más profunda con el Señor, debemos tomarnos tiempo para estar a solas y entablar un diálogo íntimo con Él. Nuestro Padre nos está esperando y, como nos deja claro en el Mensaje a la Madre Eugenia, es una alegría para Él estar a solas con un alma, ya que así puede colmarla de su amor.

De la misma manera, encontramos refugio en la amada Madre de Dios, que llevó a Jesús en su seno y siempre en su corazón. Puesto que su Hijo divino le encomendó la maternidad de todo el género humano —y esto se realiza concretamente en quienes siguen a Jesús—, su Inmaculado Corazón es nuestro hogar y su amor nos cobija. Allí tampoco puede infiltrarse el enemigo, porque la santidad de la Virgen es tan radiante que nadie con malas intenciones puede acercársele sin tener que huir ante su luz.