UN RAYO DE PAZ

“He venido a traer la paz con esta “obra de amor”: si alguien me honra y confía en mí, haré descender sobre él un rayo de paz” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).

La paz siempre ha sido y seguirá siendo un tema fundamental. Afecta a todos los ámbitos de la vida humana: la vida interior, la vida comunitaria, la vida de las naciones.

¡Cuánta importancia tiene este tema en la actualidad! ¡Cuán necesitados estamos de paz!

Pero la verdadera paz –es decir, aquella paz de la que Jesús habla (Jn 14,27)– sólo podrá llegar cuando vivamos en armonía con Dios y con sus preceptos.

No puede ser de otra manera, porque toda desviación de la voluntad de Dios trae consigo desorden, que puede extenderse a todos los ámbitos de la vida humana. Muchas veces las personas no lo notan siquiera, porque no conocen la diferencia y no saben lo que es cuando uno tiene paz interior, que a su vez se ofrece como regalo a las otras personas.

Nuestro Padre Celestial quiere traernos aquella paz que sólo Él puede implantar en lo más profundo del alma cuando el hombre lo honra y confía en Él. Entonces éste reconoce su vocación a vivir como hijo de Dios en comunión con el Padre, que es la paz misma.

Esto no es difícil, y nuestro Padre se lo pone fácil a cada persona para que lo reconozca. Basta con dar un paso hacia Él, por tímido e inseguro que sea. Todo lo demás surgirá a partir de ahí.

Si tan solo el hombre lo intentara, se dirigiera a su Padre y le pidiera la gracia de encontrarse más profundamente con Él, entonces un rayo de paz podría penetrar en su corazón. Este primer paso es lo que nuestro Padre espera, igual que el padre de la parábola que estaba siempre aguardando el regreso de su hijo (Lc 15,11-32).

¡Solo hay que intentarlo! Y entonces se producirá el milagro del amor.