“UN NUEVO RUMBO”

«No hay un solo instante en nuestra vida en el que no podamos emprender un nuevo rumbo» (San Charles de Foucauld).

La Escritura, al hablar de la rebelión de los israelitas en el desierto, pronuncia la exhortación: «Ojalá escuchéis hoy su voz. No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94,7c-8a). Pero este «hoy» del que se habla aquí, el «kairós», Dios nos lo ofrece constantemente para que caminemos por sus sendas. Mientras estemos vivos, nunca será demasiado tarde, porque hasta el último momento nuestro Padre mantiene abierto para nosotros el acceso a Él. Si un hombre se convierte sinceramente a Dios y se dirige una sola vez a Él como «Padre» podrá salvarlo.

Así pues, no hay razón para desesperarse.

Sin embargo, debemos tomar conciencia de que siempre podemos emprender un nuevo rumbo. ¡Cuántas veces, por ejemplo, nos hemos propuesto empezar de nuevo después de confesarnos! O nos damos cuenta de que no hemos cumplido lo que nos habíamos propuesto y decimos: «Lo intentaré una vez más». Tal vez hemos experimentado situaciones y circunstancias en la vida que nos han mostrado que hemos perdido el rumbo o nos hemos desviado del camino que se nos había trazado, y entonces tomamos la decisión: «Con la gracia de Dios, lo volveré a intentar». O quizá nos habíamos propuesto algo importante, pero no llegamos a concluirlo…

Nuestro Padre espera que una y otra vez nos pongamos en camino, que acudamos a Él y ordenemos nuestra vida conforme a sus sabios preceptos. Incluso si en algunos aspectos esenciales de nuestra vida ya es demasiado tarde y no podemos recuperar el estado de inocencia originaria, Dios aceptará nuestro arrepentimiento y nos permitirá emprender un nuevo camino. Es su amor el que lo dispuso para nosotros, es su amor el que nos llama a no rendirnos jamás y a empezar siempre de nuevo de su mano. ¡Así es nuestro Padre!