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“¿Qué es lo que deseo alcanzar a través de esta “obra de amor”, si no encontrar corazones que puedan entenderme?” (Mensaje del Padre a Sor Eugenia Ravasio).
Comprender a nuestro Padre Celestial es una gran oferta de amor que Él nos dirige. Al mismo tiempo, nos permite echar una conmovedora mirada a su corazón y a su íntimo deseo.
“Dios es infinitamente perfecto y bienaventurado en sí mismo” (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1). Por tanto, el deseo de encontrar corazones que lo entiendan no procede de una carencia; sino que es por pura bondad que nuestro Padre quiere hacer al hombre partícipe de su plenitud.
Así, pues, nos encontramos aquí con la pura bondad de Dios, que busca nuestro corazón para comunicársenos, porque Él quiere que lo comprendamos tal como es en realidad. Detengámonos un momento aquí.
¿No es éste el gran amor que siempre hemos anhelado encontrar? ¿No reconocemos aquí la gran historia de amor que sustenta nuestra existencia? ¿No es ésta la oferta de un amor que ha existido desde siempre, que nos busca sin cesar y jamás se extingue?
¡Qué gracia! Un Dios amoroso, que es nuestro Padre y Salvador, quiere entrar en una íntima comunión con nosotros para confiarnos lo más íntimo de su ser, para permitirnos comprender su esencia, a cuya imagen fuimos creados.
¿Y nosotros? ¿Qué significa para nosotros conocer los deseos más íntimos de nuestro Padre, que siempre son buenos y perfectos? Significa que despertamos a este gran amor que transforma toda nuestra vida. Llegamos a conocer desde dentro a Dios, a quien contemplaremos de faz en faz en la eternidad. Su gran amor se vuelve cada vez más palpable para nosotros y nos moldea cada día más, empezando en esta vida y consumándose en la eternidad.
¿Y nuestro Padre? Él se alegra enormemente de haber encontrado un corazón que le comprenda.