“TUS JUICIOS SON VERDADEROS Y JUSTOS” 

“Después oí como la fuerte voz de una inmensa muchedumbre en el cielo, que decía: ‘¡Aleluya! ¡La salvación, la gloria y el poder son de nuestro Dios; sus juicios son verdaderos y justos, pues condenó a la gran ramera, que corrompía la tierra con su prostitución!’” (Ap 19,1-2).

La alabanza de la justicia divina forma parte del honor que queremos rendir a nuestro Padre, porque Él se glorifica también cuando hace prevalecer la justicia.

La justicia está profundamente relacionada con la verdad y el orden salutífero que se deriva de ella. Cuando los hombres hacen el mal y no se convierten de sus caminos de pecado, cuando su voluntad se inclina permanentemente al mal e incluso le dan su consentimiento, cuando este mal acarrea graves perjuicios, entonces la justicia de Dios tiene que reestablecer el orden debido. La gran muchedumbre en el cielo lo espera con ansias y alaba a Dios porque “sus juicios son verdaderos y justos”.

También nosotros, que aún vivimos en la tierra, tenemos un profundo anhelo de justicia y queremos que prevalezca. Sufrimos cuando se extiende la injusticia, la corrupción y la mentira, cuando “la gran ramera” corrompe a la humanidad y le causa graves daños.

Sufrimos cuando, a pesar de las plagas que Dios permite que sobrevengan a la humanidad, los hombres no se convierten, como describe otro pasaje del Apocalipsis: “El reino de la Bestia quedó en tinieblas. Los hombres se mordían las lenguas de dolor, pero aun así blasfemaron contra el Dios del cielo a causa de su dolor y de sus llagas, y no se arrepintieron de sus obras” (Ap 16,10-11).

La espera de que se establezca la justicia sucede con la confianza absoluta en nuestro Padre, con la certeza de que Él, en su sabiduría, pondrá orden a todas las cosas conforme a su santa Voluntad. Así esperamos el Retorno de Nuestro Señor Jesucristo al Final de los Tiempos, sabiendo que el Padre le ha entregado el juicio y que, por tanto, está en buenas manos.