«Sólo tenéis que seguir las mociones del Espíritu Santo y entonces podrá hacerse realidad todo lo que mi bondad paternal ha proyectado» (Palabra interior).
El Padre y el Hijo nos han enviado al mejor Maestro interior, que nos guía a salvo por esta vida, nos moldea a imagen de Dios y hace fecunda nuestra vida, siempre que sigamos sus indicaciones: es el Espíritu Santo.
Él nunca falla y, si aprendemos a escucharle, velará por nosotros con gran amor para que no nos extraviemos. En su vigilancia, nos llamará la atención incluso sobre los pequeños impedimentos que obstaculizan el despliegue del amor. No lo hace con una actitud de excesiva preocupación y escrupulosidad, sino que habla a nuestro corazón con delicadeza y amor.
La siguiente cita del P. Meschler S.J. ilustra el modo en que el Espíritu Santo actúa en el seno de la Santísima Trinidad:
«El Espíritu Santo está entronizado en el corazón del Padre y del Hijo como personificación del amor. Como tal, deleita y transfigura la vida de la Divinidad con gracia, dulzura, alegría y delicia, gobierna los torrentes de su bondad y las dirige hacia donde quiere, como expresa tan hermosamente san Bernardo: “El Espíritu Santo es la bondad de Dios y el Señor en el Corazón del Padre”».
También en nuestros corazones quiere reinar como Señor con gracia, dulzura, alegría y delicia, y canalizar los torrentes de la bondad del Padre hacia nosotros. Por eso, nunca debemos temer seguir las mociones del Espíritu. Él hará que nuestra vida sea ágil y ligera y nos convertirá en personas nacidas del Espíritu.