“¡TODO SALDRÁ BIEN!”  

«Vive en intimidad conmigo, ámame y escúchame, y entonces todo saldrá bien» (Palabra interior).

Una y otra vez, Dios susurrará esta tierna invitación a nuestro corazón. Es su forma de permanecer unido a nosotros durante nuestra vida terrenal, para ayudarnos a cumplir nuestra misión en este mundo y conducirnos a salvo a nuestra meta. La íntima relación con nuestro Padre se nos convierte en algo natural, mucho más allá de lo que puede llegar a serlo la relación con la persona más cercana a nivel humano.

Para nosotros es sabernos conocidos por nuestro Padre. No hay nada que tengamos que ocultarle; nunca debemos temer que no nos comprenda ni pensar que algo suyo pudiera arrojar una sombra sobre nuestra alma, porque «Dios es luz y no hay en Él tiniebla alguna» (1Jn 1,5b).

Por parte de nuestro Padre, se trata del constante esfuerzo por revelarnos su ser y su amor, para que esta íntima relación pueda surgir, crecer y madurar. La afirmación básica del amor de Dios hacia nosotros ya quedó sellada cuando nos llamó a la existencia y se encargó de cuidar continuamente de nuestra vida, tanto la natural como la sobrenatural. Por nuestra parte, se requiere un «sí» a Él.

Además de guardar sus mandamientos, debemos dedicar tiempo al diálogo con nuestro Padre, permaneciendo simplemente en su presencia y asimilándola. Es aquí donde podemos confiarle todo lo que llevamos en el corazón, y así también le damos una muestra de nuestro amor, que nuestro Padre sabe entender muy bien.

De todas estas pautas se deriva la atenta escucha de Dios. No se trata de una preocupación angustiada de si podríamos haber hecho mal esto o aquello, ya que eso provocaría un distanciamiento de nuestro Padre. Por el contrario, la escucha amorosa incluso puede ir acompañada de serenidad y alegría al constatar cómo Dios, todopoderoso y lleno de amor, se ocupa de nuestros pequeños errores y torpezas, corrigiéndolos con una mirada tierna. Podemos imaginarlo como un padre que observa sonriente a su hija pequeña, aún un poco torpe, y basta con una mirada suya para que ella entienda lo que quiere decirle.

No cabe duda de que, al emprender este camino, surgirá un buen fruto. En efecto, todo lo que está en el plan de Dios saldrá bien.