“TODO POR AMOR A DIOS”

«Todo el bien que hagamos hemos de hacerlo por amor a Dios, y el mal que evitemos, evitarlo por amor a Dios» (San Francisco de Asís).

San Francisco nos da un excelente consejo para la vida espiritual. Solo cuando sea ésta nuestra motivación en ambas cosas, el bien que hagamos y el mal que evitemos adquirirán todo el esplendor de la verdad. Entonces constataremos más fácilmente que fue la gracia de Dios la que nos sostuvo y no nos centraremos tanto en nosotros mismos y en nuestros «rendimientos». No siempre es fácil, sobre todo cuando recibimos elogios de otras personas por el bien que hemos hecho o cuando nos complacemos en ser una especie de «benefactores de la humanidad», lo cual puede ser una sutil tentación.

El Señor mismo nos da un maravilloso consejo a este respecto en el Evangelio: “Cuando des limosna, que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu mano derecha, para que tu limosna quede en lo oculto; de este modo, tu Padre, que ve en lo oculto, te recompensará” (Mt 6,3-4).

La segunda parte de la frase de hoy también es muy profunda. Normalmente evitamos el mal a causa del mal mismo, siempre que lo hayamos identificado como tal. A veces, sin embargo, el mal se presenta disfrazado de «ángel de luz» (cf. 2Co 11,14). Puede haber situaciones en las que nos seduce a tal punto que, buscando nuestros lados débiles, difícilmente podríamos resistirle por la sola convicción de que es malo. Pero si le negamos nuestro consentimiento por amor al Señor y mirándolo a Él, entonces recibiremos de Él la fuerza necesaria. Además, el Padre acrecentará así nuestro amor por Él, pues por causa suya hemos superado la tentación. Nuestro corazón quedará profundamente agradecido con el Señor y le atribuirá la victoria.