“A aquellos que aman a Dios, Él todo lo convierte en bien. Incluso sus extravíos y errores Dios los revierte en bien para ellos” (San Agustín de Hipona).
Probablemente en ningún otro momento nos encontramos con más fuerza con la amorosa Omnipotencia de nuestro Padre que en el perdón de nuestros pecados. Él se dirige a nosotros, los hombres, con su gran misericordia, para llamarnos a la conversión, para llamarnos de regreso a casa… La hora de la gracia está en vigencia; las puertas del Corazón de Dios están abiertas de par en par.
La conversión de una persona es ciertamente uno de los más grandes milagros, cuando deja atrás los rumbos del pecado y emprende el camino de la salvación. Por el otro lado, hubo personas que ya amaban a Dios y le obedecían; y, sin embargo, no estaban exentas de cometer errores. A algunas de ellas incluso las veneramos hoy en día como santos de la Iglesia…
Aquí nuevamente resplandece la amorosa Omnipotencia del Corazón insondable de Dios. Él se fija en el corazón del hombre. Si éste lo ama, ha sucedido ya lo esencial en él, porque su corazón está enfocado en Dios. Es esto lo que nuestro Padre pide: ¿Tu corazón me pertenece? Si es así y permanece así, entonces el Señor podrá valerse incluso de sus extravíos y errores para el bien de los que lo aman. La constatación de que también nosotros hemos emprendido caminos equivocados, de que no hemos sabido superar nuestras faltas, puede llevarnos a una profunda humildad y liberarnos de la soberbia. En efecto, la soberbia es probablemente lo que más nos separa de Dios. Por eso, nuestro Padre, en su sabiduría, se vale incluso de nuestros caminos equivocados como remedio para combatir este mal, que a su vez es raíz de tantos otros males.
Un corazón que ama sabrá descubrir aún más profundamente en ello la indecible fidelidad de Dios. Entonces, la gratitud al Padre derretirá aún más todas las asperezas que quedan en él y su amor a Dios crecerá. ¡Que nuestro Padre nos preserve de todo error! Pero, más importante aún: ¡Que nunca dejemos de amarle y que este amor no deje de crecer!