En la meditación de hoy, saldremos un poco del marco habitual de los “3 Minutos para Abbá” y escucharemos –para gloria de Dios– un extracto del testimonio de conversión de Roy Schoeman, que creció como judío y en un momento de su vida recibió la gracia de conocer al Señor y de encontrar la Iglesia Católica. Lo que escucharemos a continuación tiene una conexión espiritual con la meditación de ayer:
“En un momento estaba simplemente caminando, perdido en mis pensamientos; al siguiente me encontré en presencia de Dios, contemplando mi vida como si la viera después de la muerte, frente a Él. Vi todo aquello que me alegraría haberlo hecho, y todo lo que desearía haber hecho de otra manera. Vi que todo lo que había hecho en mi vida estaba registrado, que tenía un contenido moral que importaba para toda la eternidad, y que por toda la eternidad estaría agradecido por cada decisión correcta que había tomado. Vi que todo lo que me había sucedido en mi vida, especialmente las cosas que en el momento de suceder me habían parecido los peores desastres, las cosas que más sufrimiento me habían causado, habían sido las cosas más perfectas que podían haber sido dispuestas para mí por la mano de un Dios que todo lo sabe y todo lo ama.
Vi que mis dos mayores remordimientos cuando muriera serían, primero, todo el tiempo y la energía que había malgastado preocupándome por no sentirme amado, siendo así que en cada momento de mi existencia estaba sumergido en un océano de amor más grande de lo que podía imaginar, venido de este Dios que es todo amor (aunque no estuviera consciente de ello), y, segundo, cada hora que había malgastado sin hacer nada que tuviera valor a los ojos del Cielo. Y supe, de un momento a otro, que el sentido y el propósito de mi vida era adorar y servir a este Dios, mi Señor y Maestro, que se me estaba revelando.”
¡Gracias por esta gracia, amado Padre! ¡Que muchas más personas se encuentren contigo!