TESOROS EN EL CIELO

“Atesorad tesoros en el cielo” (Mt 6,20).

El Señor nos ha abierto muchas posibilidades de acumular tesoros en el cielo. Todo lo que hayamos hecho y sufrido por amor nos será contado como mérito en la eternidad. Eso no sólo significa que recibiremos la recompensa a nivel personal, sino que el “excedente” de las buenas obras se pone a disposición de la Iglesia, tal como sucede, por ejemplo, en las vidas de los santos. En ese sentido, escuchamos a menudo en las oraciones litúrgicas que nosotros no somos capaces de hacer nada por nuestras propias fuerzas, pero que por los méritos de los santos se nos conceden bendiciones y gracias.

Todo esto indica que el Padre Celestial nos toma muy en serio en nuestro camino. No sólo ofrece a cada persona la salvación en Cristo; sino que además la invita a cooperar en la obra de la salvación. ¡Qué alegría cuando veamos en la eternidad que nuestro camino de seguimiento de Cristo no sólo ha sido fructífero para nuestra propia salvación; sino que también otras personas recibieron gracias por nuestra cooperación! A veces incluso el Señor nos permite ver los frutos durante nuestra vida terrena. ¡Qué consuelo!

Existen miles maneras de atesorar tesoros indestructibles en el cielo. Si pedimos al Espíritu Santo que nos muestre las oportunidades, Él no sólo nos indicará un gran número de tesoros que aún podemos acumular –tesoros que todavía están ocultos para nosotros o que a veces pasamos por alto–; sino que además despertará en nosotros el fervor de no dejar pasar la ocasión sin desenterrarlos.

Así, puede surgir en nosotros un santo celo; una mirada confiada hacia nuestro Padre, a quien traemos todos estos tesoros; una mayor naturalidad en la cooperación en su Reino de amor. ¡El Padre cuenta con nosotros! Pensemos, además, en las almas de los difuntos. Es tan fácil ganarlos como amigos cuando oramos por ellos y les ayudamos así a alcanzar la visión plena de Dios. Y recordemos también orar por aquellos de quienes nadie se acuerda.