Los pastores de los campos de Belén acogen llenos de gozo el mensaje del ángel y van de prisa a buscar al Recién Nacido. Son personas sencillas, y en la simplicidad de su corazón comprenden la importancia del mensaje que han recibido. ¡Ciertamente habrán quedado totalmente fuera de sí ante el sublime acontecimiento de la gruta de Belén!
“Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un jefe que apacentará a mi pueblo Israel” (Mt 2,6).
Las personas sencillas comprenden con el corazón y no necesitan razonamientos complejos para reconocer la verdad. Al pensar en ellas, se nos viene a la mente aquella frase de Pascal: “El corazón tiene razones que la razón ignora”.
Dios suele buscar este tipo de personas para confiarles importantes mensajes. ¡A veces incluso escoge a niños! La sencillez del corazón evita que el mensaje quede empañado por una complejidad que puede proceder del propio “yo”.
Los pastores son los primeros en acudir donde el Rey que ha nacido y son los primeros en dar testimonio de Él. Son simples pastores, que tienen la tarea de apacentar los rebaños confiados a su cuidado…
¡Qué mensaje tan lleno de significado! El pastor de la humanidad, el Buen Pastor, llama a los pastores que están en los campos para hacerlos partícipes de ese gran regalo, que es su presencia entre los hombres.
Así, pues, los pastores están entre los primeros que reciben la Buena Nueva, como leemos en el evangelio de San Lucas:
“Dijo el ángel a los pastores: No temáis, os anuncio una gran alegría que es para todo el pueblo: Os ha nacido hoy un Salvador, que es el Cristo Señor” (Lc 2,10-11).
Los primeros en enterarse de que el Hijo de Dios ha nacido no son los poderosos de este mundo ni los líderes religiosos; sino unos hombres sencillos. Y esta sencillez marcará toda la historia de la evangelización.
¡Los pastores son portadores de la alegría del cielo! Primero son receptores del mensaje; pero luego se convierten ellos mismos en mensajeros de gozo. En efecto, los receptores de la Buena Nueva están llamados a convertirse en pastores para los demás.
El gran modelo es el Buen Pastor mismo: Él da la vida por sus ovejas (cf. Jn 10,11). En la imagen del pastor y su rebaño, se nos transmite algo del ser de Dios. Él mismo viene al mundo para conducir a los suyos a las verdes praderas, para liberarlos de las cadenas del pecado y arrebatarlos de las garras del Diablo.
A aquellos que han recibido y acogido la Buena Nueva se les encomienda ahora el servicio de pastores, para que, habiendo acudido presurosos a adorar a Dios, se conviertan en portadores de este mensaje: ¡El Pastor de la humanidad ha venido al mundo! ¡Todos los hombres deben enterarse de esto!
“¡Alegraos, os ha nacido un Salvador!” ¿Ya lo sabían? ¿Sabían que Dios mismo vino al mundo para conducir a todos los hombres de regreso a casa?
En Él encontrarán las verdes praderas; en Él tendrán protección frente a los poderes del mal; en Él tendrán siempre la certeza de ser amados. ¿Ya lo sabían?
Este mensaje es antiguo, pero siempre nuevo. Muchos no lo han escuchado todavía; otros lo han olvidado; otros no lo entienden bien; a otros no les interesa; otros se han extraviado…
¿Y qué hace el Pastor? ¡Él busca a cada una de sus ovejas!