“¡TENED VALOR!”

“¡Tened valor, y firme el corazón, vosotros, los que esperáis en el Señor” (Sal 30,25).

Una y otra vez el Señor nos da ánimo, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Fácilmente sucede que, ante tanta miseria y aflicción que vemos en este mundo, nos sentimos impotentes. Esto ocurre aún más cuando percibimos nuestras propias debilidades y limitaciones.

Sin embargo, el Señor no quiere vernos desanimados y abatidos, sino firmes y en pie, confiando en Él. Incluso en el discurso escatológico de Jesús o en el Libro del Apocalipsis, que nos muestran con toda claridad las tribulaciones que sobrevendrán a la humanidad, siempre se nos da a entender que no debemos desanimarnos, sino poner nuestra mirada en el Señor: “Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación” (Lc 21,28).

En el verso del salmo que hoy escuchamos, el Señor nos señala un camino auténtico para fortalecer el corazón y dejar atrás el desánimo: se trata de esperar en el Señor, de contar concretamente con su presencia e intervención. En esta actitud de espera, nuestro enfoque no estará puesto en las dificultades de nuestra existencia terrenal, sino en Dios.

De ahí nos viene la esperanza, y esta virtud teologal fortalece el corazón y lo hace valiente. “La esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,5).

Un corazón fortalecido y valiente permanecerá firme en los caminos de Dios y estará listo para el combate del que ninguno de nosotros queda exento. El enfoque puesto en el Señor, que retornará al Final de los Tiempos, nos convertirá en personas dispuestas a salir a su encuentro con todo nuestro ser.