1Jn 4,1-6
Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu; antes bien, comprobad si los espíritus son de Dios, pues son muchos los falsos profetas que han venido al mundo. En esto podréis reconocer quién tiene el espíritu de Dios: todo el que confiesa que Jesucristo vino como verdadero hombre, ése tiene el espíritu de Dios; y todo el que no confiesa a Jesús, ése no tiene el espíritu de Dios. Ese tal es del Anticristo, el que oísteis que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo. Vosotros, hijos míos, sois de Dios y los habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo, y el mundo los escucha. Nosotros somos de Dios. El que conoce a Dios nos escucha; el que no conoce a Dios no nos escucha. En esto podemos reconocer el espíritu de la verdad y el del error.
Si tomamos este texto en su contenido literal, queda claro que el espíritu del Anticristo actúa allí donde no se confiesa a Jesús como verdadero hombre, lo que significa que Él es el Hijo de Dios y el Redentor. Por otra parte, sabemos que sólo podemos reconocer y confesar a Jesús como el Mesías enviado del Padre, cuando el Espíritu de Dios nos concede esta iluminación y nos da la fuerza para la auténtica profesión de fe. ¡Aquí se nos da un claro criterio para el discernimiento de los espíritus!
Uno de los libros más conocidos sobre el tema del Anticristo es el así llamado “Breve relato del Anticristo”, de Wladimir Solowjew. En esta obra, el Anticristo es presentado como un político, de carácter virtuoso, que trata de poner a la Iglesia de su parte. De hecho, lo consigue con muchos fieles, que caen en sus engaños y quedan fascinados por él. Una importante resistencia se le presenta en un así llamado “starez” -esto es, un maestro espiritual en el mundo ortodoxo. Este personaje exhorta al Anticristo a hacer una abierta profesión de fe, confesando que Jesús es el Señor y Salvador. El Anticristo no es capaz de hacerlo, y da muerte al starez a través de su falso profeta.
Vale mencionar que el autor de este “Breve relato del Anticristo” -el filósofo y poeta ruso Wladimir Solowjew- se vio llamado a concluir esta obra suya antes de su muerte. De hecho, poco después de haberla terminado, murió. ¡Realmente merece la pena leerla! Solowjew, originariamente ortodoxo, fue acercándose más y más a la Iglesia Católica, y se dice que al final de su vida se hizo católico.
En la lectura que hemos escuchado, San Juan nos exhorta a examinar los espíritus, si proceden de Dios o no.
Como había mencionado ya en la meditación de ayer, este discernimiento ha de hacérselo con mucha precisión, porque el espíritu del Anticristo no actúa solamente ahí donde se niega que Jesús es el Cristo; sino que siempre está obrando allí donde se ataca, relativiza o niega aquella doctrina que hemos recibido de Dios y de su Iglesia; allí donde se prolifera el error…
Ayer explicaba que uno, de ningún modo, atenta contra el amor al llamar las cosas por su nombre y al denominar al pecado como lo que realmente es… Lo mismo sucede con el error. ¡También éste debe ser claramente señalado! Al hacerlo, no es que se esté haciendo un juicio moral sobre la persona que está en error, ni se lo está juzgando; sino que simplemente se está constatando la situación objetiva desde la perspectiva de nuestra fe católica.
Tomemos como ejemplo los errores teológicos y las doctrinas que se apartan de la enseñanza de la Iglesia. Se niega, por ejemplo, que Cristo realmente resucitó de entre los muertos; o se pone en duda la presencia real de Jesús en la Eucaristía; o se niega la virginidad de María u otros artículos de nuestra fe… ¡Cuán desastrosas son las consecuencias que estos errores provocan entre los fieles! ¿Qué sucede si, por ejemplo, a los seminaristas se les inculcan estas falsas doctrinas? ¿Cuáles serán las repercusiones para las futuras generaciones de sacerdotes? ¡No cabe duda de que es el espíritu del Anticristo quien está obrando ahí! En efecto, él ya está en el mundo, como nos dice San Juan en su carta.
Todo esto debe ser claramente señalado, y los pastores han de advertir a sus fieles de tales errores doctrinales. Si no lo harían, ya no estarían protegiendo a su rebaño, y, de esta forma, los pastores podrían convertirse en cooperadores del espíritu del Anticristo.
¡Hay que escuchar la auténtica doctrina de la Iglesia, y obedecer la enseñanza de los Apóstoles tal como la hemos recibido por Tradición! ¡No podemos hacernos ilusiones! ¡Tenemos que darnos cuenta de que la Iglesia está siendo cada vez más atacada por el espíritu del Anticristo, quien pretende infiltrarse en ella! Pero lo más grave sería si aquellos que tienen la responsabilidad por el Pueblo de Dios no se percatarían de ello ni lo discernieran correctamente… Si este fuera el caso, los fieles mismos tendrían que hacer el discernimiento de los espíritus, dejándose orientar por aquellos pastores que no establezcan compromisos con el espíritu del mundo.
Finalmente, en este contexto quisiera aclarar lo que yo entiendo al hablar de “separación de los espíritus”. Lo que hemos dicho con respecto al discernimiento de los espíritus es lo que nos compete a nosotros, los hombres, porque así nos exhorta el Apóstol San Juan: “no os fiéis de cualquier espíritu; antes bien, comprobad si los espíritus son de Dios”. La “separación de los espíritus”, en cambio, en mi opinión, sería aquella visible disociación entre la luz y las tinieblas. En el capítulo 13 del evangelio de Mateo, hablando sobre el Juicio Universal, se dice que “saldrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos” (Mt 13,49).
Yo espero y pido que Dios envíe a sus ángeles, para que llegue a su fin la confusión que se está proliferando actualmente en la Iglesia. En otras palabras, que los ángeles ayuden a que sea atado ese espíritu anticristiano, que de diversas formas se ha adentrado en la Iglesia, para que no ya pueda seguir infiltrándose. Los fieles católicos necesitan tener claridad sobre lo que es y lo que no es católico; sobre lo que es verdad y lo que es error; sobre lo que es moralmente bueno y lo que es moralmente malo; sobre lo que es oportuno para el ecumenismo y lo que no lo es; sobre cuáles pastores realmente están cumpliendo su misión y cuáles se han convertido en asalariados…
Puestos que nosotros, los hombres, somos tan susceptibles a equivocarnos, conviene que sean los santos ángeles quienes separen la luz de las tinieblas, porque ellos actúan en perfecta unión con Dios. Son los ángeles quienes llevan a cabo la separación de los espíritus; son ellos quienes desenmascaran la obra de los demonios; son ellos, como miembros de la Iglesia triunfante, quienes vienen presurosos al auxilio de la Iglesia militante, para ahuyentar a los espíritus malignos y para que no sigan mezclándose la luz y la oscuridad.