“SERENIDAD EN LA ADVERSIDAD”  

«Si en todas las adversidades nos abandonáramos con serenidad a la voluntad de Dios, estaríamos en el camino hacia la santidad y seríamos las personas más felices del mundo» (San Alfonso María de Ligorio).

Esta es una de esas frases que, si las asimilamos, pueden suponer un gran desafío para nosotros. Todos hemos sido llamados por nuestro Padre al camino de la santidad y todos queremos ser felices. De hecho, nadie podría imaginarse un cielo sin felicidad.

Pero, ¿cómo afrontar las adversidades que se nos presentan en esta vida, ya sean interiores o exteriores? Nuestra primera reacción, que es natural y comprensible, probablemente sea evitarlas en la medida de lo posible. Una segunda reacción, que ya resulta problemática, sería rebelarnos contra la realidad, luchar contra ella e incluso caer en una actitud de constante acusación.

La frase de hoy, en cambio, nos sugiere otro camino: ¡no dejarnos arrastrar por la dinámica de las adversidades, sean cuales fueren! Si nos sobrevienen contrariedades que no podemos resolver, debemos confiárselas a la sabiduría de Dios cada vez que aparezcan. Así, no centraremos la atención en nosotros mismos y en nuestras limitadas fuerzas, sino en el Señor, que nos dice: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré» (Mt 11,28). Y lo experimentaremos constantemente, porque el Señor nunca niega su ayuda.

Este encuentro interior con el Señor en medio de la adversidad acrecentará nuestra confianza y nos librará progresivamente del temor a lo que aún podría sobrevenirnos. Así surge la serenidad de la que habla la frase de hoy. Sin duda, se trata de un proceso que recorrer, pero entonces se hace realidad lo que dice san Alfonso María. Las personas que den este paso serán de las más felices del mundo, porque podrán exclamar con san Pablo:

«¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? En todas estas cosas vencemos con creces gracias a aquel que nos amó» (Rom 8, 35.37).