“SERENIDAD ANTE LA DEBILIDAD”    

«El caballo deja su estiércol en el establo y, aunque sea sucio y hediondo, él mismo lo lleva con gran esfuerzo al campo, del cual brota entonces un buen trigo y un vino noble y dulce, que nunca crecerían si no fuera por el estiércol. Así pues, lleva con esfuerzo y diligencia tu estiércol —es decir, aquellas debilidades que no puedes descartar, desechar ni superar— al campo de la amorosa voluntad de Dios con actitud serena. Sin duda, crecerá de él un fruto delicioso y sabroso en una humilde serenidad» (Juan Taulero).

Nuestro Padre no nos abandona a la desesperación cuando, a pesar de nuestros sinceros esfuerzos, no logramos superar las debilidades de todo tipo que aún llevamos en nosotros. ¿Qué hace entonces Dios en su sabiduría? En primer lugar, nos mira con amor y ese amor siempre es una invitación a acudir a Él y confiar en Él. ¡Una y otra vez, una y otra vez! La paciencia de Dios es inconmensurable.

Entonces comprendemos que nuestro Padre incluso es capaz de valerse de esas debilidades. Nos recuerdan nuestra limitación y nuestra condición de criaturas, nos mantienen humildes, evitando que nos sintamos superiores a los demás, y nos remiten siempre a la misericordia de Dios.

De ello crece entonces un fruto delicioso y sabroso, como describe Juan Taulero de forma tan ilustrativa con su sencillo ejemplo. Si nos preguntamos cuál es ese fruto, la respuesta es la humildad, el amor y la gratitud por la bondad de Dios.

Nuestro Padre sabe cómo conducirnos hasta la meta porque conoce todo lo que hay en nosotros y es capaz de sacar provecho de todo, incluso de nuestro estiércol.