“SANTA TRISTEZA”

«Vuestra tristeza se convertirá en alegría» (Jn 16,20).

Conocemos estas palabras del Evangelio según San Juan, que Jesús dirigió a sus discípulos en vistas de su retorno al Padre Celestial. Antes les había dicho: «Dentro de poco ya no me veréis, y después me volveréis a ver» (Jn 16,16). Jesús, por su parte, está lleno de alegría por volver a su Padre y por haber cumplido su misión en la tierra.

Si recorremos nuestro camino de la mano de nuestro Padre, podremos experimentar aquella alegría a la que nos exhorta San Pablo cuando dice: “Alegraos siempre en el Señor” (Fil 4,4).

Sin embargo, queda en nosotros un rastro de tristeza que no desaparecerá mientras dure nuestra vida terrenal y que nuestro Padre, en su sabiduría, nos deja. Se trata de una «santa tristeza», que surge en el alma al constatar que no se puede sentir totalmente en casa en esta vida. Sabe que le falta algo y que aún no está plenamente unida a Dios.

Esta «santa tristeza» no debe confundirse con una melancolía desordenada que busca una dicha inalcanzable en la tierra. Esta tristeza perjudica al alma y el demonio puede valerse de ella para nublar y paralizar la vida.

La «santa tristeza», en cambio, expresa una gran nostalgia del Señor. Nos consideramos peregrinos que aún no han llegado a la meta y esperan la pronta consumación para volver para siempre a la casa del Padre. Esta tristeza no nos desanima. Más bien, el Señor se vale de ella para incitarnos a enfocarnos siempre en Él y a cumplir nuestra tarea en la tierra como lo hizo Jesús. En ello, nos acompaña siempre su promesa: «Vuestra tristeza se convertirá en alegría».