SANTA DESPREOCUPACIÓN

“Confíame todas tus preocupaciones y no te preocupes por nada” (Palabra interior).

La confianza y la despreocupación van de la mano cuando la relación con nuestro Padre Celestial se vuelve cada vez más profunda. Muchas cosas quieren agobiarnos y preocuparnos, haciéndonos la vida difícil. Pero el Señor mismo nos exhorta a una santa despreocupación: “No estéis preocupados por vuestra vida: qué vais a comer; o por vuestro cuerpo: con qué os vais a vestir” (Mt 6,25). 

La santa despreocupación posee tanto el esplendor del paraíso perdido como también el sabor de la gloria que nos espera. No tiene nada que ver con un mero optimismo humano, ni mucho menos con la ligereza y temeridad. La verdadera despreocupación se cimenta sobre la certeza del amor que el Padre Celestial nos tiene, y es nuestra respuesta de confianza.

En efecto, ¿por qué habríamos de preocuparnos de las cosas como si todo dependiera de nosotros? Ésta sería una carga que no nos corresponde llevar, y que ni siquiera seríamos capaces de soportar. El Señor, en cambio, nos invita a cargar sobre nosotros su yugo, asegurándonos que su carga es ligera (Mt 11,30).

Tal vez no nos resulta fácil tener esta profunda confianza en Dios. Desde la pérdida del Paraíso, nos cuesta recuperar la confianza originaria y natural, como la de un niño en su padre.

Pero esto es exactamente lo que quiere nuestro Padre Celestial. Cuando seguimos su invitación, entregamos el centro de nuestra existencia a su bondadosa guía, en vez de confiar en nuestras propias capacidades y esfuerzos.

Nuestro querido Apóstol Pablo lo describe en estos términos:

“Esta confianza la tenemos por Cristo ante Dios. No es que por nosotros seamos capaces de pensar algo como propio nuestro, sino que nuestra capacidad viene de Dios, el cual también nos hizo idóneos para ser ministros de una nueva alianza” (2Cor 3,4-6a). 

¡Que así sea y que estemos cada vez más conscientes de ello!