Hoy se conmemora a un santo muy vinculado a la región del Lago de Constanza, donde se encuentra la casa madre de la Comunidad Agnus Dei.
Otmar nació alrededor del año 690, probablemente en el seno de una familia noble del pueblo alamán. Gracias a su hermano, fue recibido de niño en la corte del conde Víctor en Chur (Suiza), donde gozó de una buena educación y destacó no solo por su talento y diligencia, sino también, y sobre todo, por su devoción y piedad.
Fue ordenado sacerdote y, durante un tiempo, prestó sus servicios en la iglesia de San Florín. Sin embargo, poco después, el tribuno Waltram lo puso al frente de la ermita de San Galo, el mismo lugar donde hoy se encuentra el monasterio de San Galo. La celda eremítica de este misionero irlandés, que había traído la fe a esa región, estaba a punto de caer en ruinas apenas un siglo después de su construcción. La pequeña comunidad cristiana que aún se congregaba en torno a la tumba de San Galo estaba a punto de extinguirse. Otmar logró fundar una comunidad monástica allí y sustituyó la celda de madera del santo por una iglesia de piedra.
Para ser modelo y faro de sus hermanos como abad, Otmar practicaba con férrea perseverancia el ayuno, la meditación, las vigilias nocturnas y la negación total de sí mismo. Su labor incansable rayaba en lo milagroso: reconstruyó los edificios destruidos, dirigió a los trabajadores, se ocupó de la economía, reunió a los monjes dispersos, aumentó su número acogiendo en la comunidad monástica a jóvenes alamanes y suizos, introdujo la Regla de San Benito, impartió enseñanza en las ciencias y en la vida espiritual, mantuvo un orden impecable, cuidó de los pobres y enfermos y obtuvo muchos benefactores. En pocos años, el monasterio de San Galo alcanzó tal esplendor y renombre que otro monasterio recién construido en Baviera le pidió que le enviara monjes.
Por su parte, Otmar llevaba una vida religiosa ejemplar. Cerca del monasterio había construido un gran hospicio para los pobres y un hospital para los más necesitados: los leprosos, a quienes él mismo solía cuidar durante la noche. Les lavaba la cabeza y los pies, limpiaba sus úlceras purulentas y les brindaba alimentos para fortalecerlos. Durante el día, volvía a ser la fuerza vital del monasterio, impulsando todas sus actividades. También fundó un internado para el estudio de los jóvenes y una escuela que, durante siglos, fue un referente en toda Alemania en lo referente al arte, la ciencia, la cultura y las costumbres.
Aunque el monasterio prosperaba y se enriquecía gracias a diversas donaciones, Otmar mantuvo su estilo de vida sencillo y no se dejó deslumbrar por el esplendor externo. Sin embargo, el aumento de las propiedades del monasterio despertó la avaricia de los funcionarios francos. En aquella época, el pueblo alamán estaba bajo dominio franco. Dos de sus condes usurparon varias propiedades del monasterio.
Para garantizar la supervivencia del monasterio, Otmar acudió al rey Pipino, quien ordenó a dichos condes que devolvieran los bienes robados. Sin embargo, los condes hicieron caso omiso de la orden real y se quedaron con el botín.
El monje Walafrido escribe en su biografía de san Otmar que, cuando el hombre de Dios quiso volver a acudir al rey, aquellos condes enviaron en secreto a unos hombres armados para capturarlo y traerlo de vuelta a la fuerza. Además, convencieron a un tal Lamberto —que era considerado monje por haber hecho los votos, pero no por su vida piadosa— para que acusara al hombre de Dios de haber cometido lujuria, con el fin de poner en duda su santidad y destituirlo cuando se presentara la ocasión.
Se convocó una asamblea y el venerable anciano, respetado por la pureza de sus costumbres, la madurez de su carácter y su avanzada edad, fue colocado en el centro junto a Lamberto, el siervo de la falsedad, que se presentó como su acusador. Cuando le concedieron la palabra, este confesor de mentiras, que había olvidado la verdad, aseguró que conocía a una mujer que había sido violada por el hombre de Dios. Otmar no respondió a esta acusación. Cuando le insistieron para que diera una respuesta, solo dijo: «Confieso que he pecado en exceso en muchas cosas, pero en cuanto a la acusación de este crimen, invoco como testigo a Dios, que ve mi interior». Dicho esto, guardó silencio, sabiendo muy bien que los jueces se habían propuesto de antemano condenarlo. ¡Y así sucedió!
Su biógrafo sigue narrando los acontecimientos: Tras concluir de forma aún más injusta aquella asamblea que ya había comenzado injustamente, el hombre de Dios Otmar fue encerrado en un calabozo en las tierras de Bodman. Como a nadie se le permitía entrar ni hablar con él, pasó varios días sin comer.
Es aquí donde la historia de san Otmar comienza a relacionarse directamente con nuestra comunidad. Resulta que nuestro monasterio se encuentra precisamente en una colina de Bodman y es propiedad del conde de Bodman. Antiguamente era un castillo de la familia ducal. Incluso hay quienes suponen que, si Otmar fue encerrado en el palacio real de Bodman, podría haber estado en una de las mazmorras del antiguo castillo, que ahora es nuestro monasterio. Si esto fuera cierto, su prisión habría sido precisamente la gruta en la que ahora hemos construido un memorial en honor de los niños privados del derecho a vivir: la Gruta de Raquel (https://grutaraquel.harpadei.com).
En cualquier caso, resulta conmovedor que un santo abad, por medio del cual Dios obró muchos milagros, estuviera injustamente encerrado en las tierras de Bodman, y que incluso pudiera haber estado donde hoy se encuentra nuestro monasterio.
Tras su cautiverio en Bodman, san Otmar fue desterrado a una isla, donde murió el 16 de noviembre del año 759 a causa de los malos tratos sufridos. Una década después, su cuerpo intacto fue trasladado al monasterio de San Galo y, un siglo más tarde, en el año 864, Otmar fue canonizado. Desde entonces, es venerado como patrono de los calumniados y perseguidos, y de las mujeres embarazadas, e imitado como modelo en el cuidado de los enfermos.
¡San Otmar, ruega por todos los que sufren persecución y calumnia por causa del Señor!
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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/el-fin-de-los-tiempos-2/
