Hoy celebramos la memoria de un papa de los primeros siglos, cuya historia es muy conmovedora: el Papa Calixto I (*160 †222/223).
Muchos aspectos de su vida siguen siendo desconocidos y la principal fuente de información sobre este papa son sus implacables enemigos, por lo que es posible que algunos datos estén sesgados por la hostilidad hacia él.
Se cree que Calixto era hijo de una esclava. Se cuenta que, hacia finales del siglo II, un cristiano llamado Carpóforo recaudó dinero para ayudar a huérfanos y viudas y encomendó la administración de ese dinero a su esclavo Calixto. Sin embargo, este habría perdido todo el dinero y, por miedo, habría huido. No obstante, fue capturado y devuelto a su amo. Aunque más adelante fue nuevamente puesto en libertad, Calixto provocó una controversia en una sinagoga, por lo que fue arrestado y enviado a las minas de Cerdeña. A petición de la emperatriz, que simpatizaba con los cristianos, fue liberado una vez más. Entonces, los cristianos lo confiaron al cuidado del Papa Víctor, mientras se recuperaba de su enfermedad. Dicho Papa murió alrededor del año 199 y Calixto continuó al servicio de su sucesor, el papa Ceferino, quien lo ordenó diácono.
En esa época, los diáconos desempeñaban un papel muy importante. Calixto fue nombrado administrador de unas enormes instalaciones funerarias subterráneas: las catacumbas. Hasta el día de hoy se las conoce como «catacumbas de Calixto». Cuando murió el papa Ceferino, Calixto fue elegido papa.
Sus principales adversarios eran Hipólito, un sacerdote de Roma que posteriormente se proclamó antipapa, y Tertuliano, un escritor y teólogo inicialmente ortodoxo, pero que acabó adoptando la herejía montanista.
El papa Calixto I, un gran evangelizador gracias al cual muchas personas abrazaron la verdadera fe, fue acusado de ser demasiado indulgente con los pecadores. En aquella época se debatía la cuestión de qué hacer con los cristianos que habían pecado públicamente, pero luego se habían arrepentido. Podía tratarse de personas que se habían adherido a una secta herética, habían cometido adulterio o se habían sometido a los edictos del emperador que prescribían la adoración a este y a los dioses romanos. Mientras que Hipólito y otros cristianos sostenían que ciertos pecados no podían ser perdonados, Calixto insistía en que la confesión permitía la reintegración del pecador arrepentido en la Iglesia. También permitía matrimonios válidos entre damas de la nobleza romana y esclavos.
Sus adversarios le acusaban de tolerar el pecado, una acusación que, en realidad, no se ajusta a la verdad. Lo que defendía es que la misericordia de Dios se podía aplicar a todos los pecados, por graves que fueran. Gracias a Dios, esta comprensión se ha impuesto en toda la Iglesia hasta nuestros días.
Calixto introdujo la costumbre de ayunar el Miércoles de Ceniza y tres sábados, y fue el primero en hacer pintar las iglesias. Se esforzó por aumentar la influencia del obispo de Roma sobre toda la Iglesia, aunque en su época aún no se había definido dogmáticamente la primacía.
En su historia se puede ver cómo Dios se valió del tiempo que pasó como esclavo y de la miseria que llegó a conocer para abrir su corazón a las necesidades de los hombres. No solo era consciente de la necesidad material, sino sobre todo de la miseria espiritual de las personas que vivían en pecado. Este es un aspecto importante del verdadero amor. La Sagrada Escritura atestigua una y otra vez que Dios quiere apiadarse de los hombres y perdonar sus pecados si se arrepienten. ¡El pecador se halla en un estado deplorable! En este sentido, fue un gran mérito del Papa Calixto destacar el valor de la penitencia y resaltar la misericordia de Dios.
Ahora bien, en los tiempos actuales, en los que se habla mucho de la misericordia en la Iglesia, hay que tener claro que ésta nunca puede ir de la mano con la relativización del pecado. Solo cuando el hombre se convierte y se arrepiente de sus malas acciones, la misericordia puede llegar a su corazón y transformarlo.
Habiendo comprendido esto ya en su vida previa al ministerio en la Iglesia, Calixto se convirtió en un «Papa clemente». Finalmente, coronó su servicio con el martirio. Cuando estalló la persecución de los cristianos bajo el emperador Alejandro Severo, un sacerdote romano llamado Calepodio fue torturado y arrojado al Tíber con una piedra de molino atada al cuello. El Papa Calixto encontró su cadáver y lo enterró en una catacumba. Según cuenta una tradición, Calepodio se le apareció y le profetizó que pronto también él sufriría el martirio. Poco después, Calixto fue arrestado, privado de comida durante una semana entera, torturado y, finalmente, arrojado a un pozo profundo con una piedra atada al cuello. Su cadáver fue recuperado más tarde y enterrado junto al de Calepodio. En el siglo IX, ambos fueron trasladados a la iglesia de Santa María en Trastevere.
San Calixto, ruega por nosotros y por la Iglesia para que, con toda clemencia, su ferviente anuncio permanezca siempre impregnado de la verdad inmutable.
______________________________________________________
Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/dios-se-manifiesta-en-las-obras-de-la-creacion-2/